domingo, 29 de abril de 2012

Columpio etéreo





La mirada se extiende hasta el infinito, tapizado de verde y azul cielo. Y el olor de la infancia enternece los sentidos, mas esta noche... esta noche, hermosa en su caducidad como la vida misma, se tiende sobre nuestras cabezas, arropándonos, permitiéndonos soñar... soñar que aquella estrella es Nunca Jamás. 


Su piel fina, blanca, acaricia las cortinas que ondean, se arremolinan, se enredan alrededor de su esbelto cuerpo. Y ella mira a través del ventanal... ¿Perdida o perdidos sus ojos? su presencia etérea encandila a la noche, que se postra a los pies del balcón cual Romeo cortejando a su Julieta.


¡Oh Julieta! déjate acariciar por algo más que no sean cortinas de seda.


Sus pies cuelgan de la luna. Meditando, sus pensamientos se evaporan en la nada. Sus dedos enredan distraídos con la fina textura de los cráteres. Se gira y el palacio de frágil cristal centellea como un diamante bajo la luz del sol... claroscuros se colorean en sus muros... rodeados por un foso de jazmines.


Ella busca en sus recuerdos, los acuna, como la cajita que sostiene entre sus brazos. Y mira en su interior, retales en un cuaderno, forrado de cuero, pesado por la melancolía y la tristeza que transitan  por sus páginas, de letra menuda y apretada... se corta el dedo... y las palabras cercenan y apuñalan... el miedo la paraliza. Olvida.


La gravedad no existe, cuando está ante su presencia, la gravedad no existe. Y la observa en el balcón, tan bella y ufana, tan ligera... como la brisa que mece la mañana. Y entonces corre, y trepa por las resbaladizas y traicioneras paredes de cristal... que lo arrojan al suelo, una y otra vez, procurando no cortarlo... porque él, en su empeño... también es bello.


Y ella lo espera, vestida con sus mejores paños, aire y piel, mientras pinta su retrato, más bello que el del mismísimo Doryan Gray... 


Irrumpe en su alcoba, la puerta de cristal, como todo allí, se rompe en mil pedazos bajo el ariete de su pasión... y él la recorre con su mirada de arriba abajo y se conmueve... por la simple belleza de su naturaleza... tímido, se acerca... y al alcance de su aliento permanece, inhiesto. 


Cubre su desnudez, con brazos temblorosos. Él se apresura, hambriento de su presencia, y levemente forcejea con tan delgadas y suaves muñecas, que besa y besa... y besa.


Bailan ballet, sin tutú ni coreografía, y vuelan como colibrís y cantan como jilgueros... sus cuerpos, impolutos, danzan sin descanso, sin cansancio... sin más demora se hunden en el improvisado lecho de nube y zarzamoras.


Sus pies cuelgan de la luna, balanceándose, como en los columpios de su infancia.

sábado, 28 de abril de 2012

Shakespeare





Había leído tantos libros, escuchado tantas canciones, escrito tantas parrafadas... había atendido a tantas explicaciones, comprendido tantas opiniones, conocido tantas ideas... 


Había entendido que las cosas estaban mal.

Miraba a su alrededor y lo veía todo del revés, a pesar de haber conocido tantas cosas, no entendía nada. Cuanto más conocía, menos entendía, más se entristecía... le sobrevino la rabia, y la necesidad moral de cambiar las cosas. Porque algo así, un mundo así... no podía estar bien, estaba abocado al fracaso más estrepitoso.

Leyó aún más y escribió de coraje, miedo, impotencia, nada... intentó comprender las explicaciones que le daban, las opiniones, seguir expurgando las ideas y, a cada pequeño paso que daba, se hundía más en el lodo de la incoherencia


Miraba a su alrededor, y pocos más parecían darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. Al menos existían esos pocos, se decía a si misma, un consuelo tonto, una fe ingenua... pero ellos cumplían su misión, hacerla sentir cuerda.

Sin embargo, la mayoría, estaba más ciega que el relato de Saramago y sorda como Goya, solo que ellos no pintan los desastres, sino que se refugian en drogas psicodélicas para evadir su triste realidad. Se gangrena su brazo y, al final de su película, se lo acaban cortando.

Intentaba buscar una explicación a la realidad más allá de la que le decían que era cierta, pero sólo topaba con la nada y el absurdo. Con el bucle infinito de la sinrazón. Aún así, no quiso resignarse, quiso luchar, quiso ser un ente activo, no una marioneta más, quiso... protestar, gritar, demostrar que existía, que no era un individuo anulado, de esos con los que cohabitaba.

Y es aquí donde empieza su historia.


Miles de personas se congregaban en aquella plaza, miles de cabezas una detrás de otra, banderas ondeando con la suave brisa bajo un cielo azul impoluto y un sol de justicia. Banderas distintas, que representaban ideas distintas, de grupos distintos ¿De personas distintas?, sin embargo, todas estaban allí por un mismo fin... o eso decían. 


Observaba la escena. Una palestra, en una zona elevada respecto al resto de personas, de las miles de cabezas emergían los gritos, se alzaban puños... y los pocos en lo alto de la escenario sonreían, y también gritaban y también alzaban puños y recitaban consignas


Luego vino el discurso, monólogo semejante a la tragedia griega, donde padres son matados por sus hijos, donde las madres son violadas por sus maridos... algo de Shakespeare ("ser o no ser"), "he ahí la cuestión" responde la masa. Una pincelada surrealista de Dalí por aquí, la locura de Van Gogh por allá, y cómo olvidar el tema central: "hay que destruir el anillo de poder, el anillo único".


Era entonces cuando la masa gritaba encolerizada; cuando sus ojos se impregnaban de odio, de rabia; cuando su boca escupía espuma y libertad; cuando sus manos alzadas empuñaban hoces, martillos, banderas tricolores, o rojas y negras... era entonces cuando aquellas personas se hacían una.


Ella agitaba su gran pancarta con las dos manos, y la cámara la grababa, subida a los hombros de su compañero, mientras gritaba el lema que recitaba un cartón, que bien podría haber sido la manta de algún mendigo en cualquier caja de ahorros:



"Su fuerza no la obtienen de su policía, sino de nuestro consentimiento"

Poco más tarde, caminaba calle arriba junto al resto de personas, rumbo a su coche, que la llevaría a su casa, donde cenaría algo caliente, luego echaría un polvo y se dormiría plácidamente hasta la mañana siguiente, cuando madrugaría, iría a la universidad, asistiría a clase, comentaría la manifestación, llegaría a casa, comería algo ligero, volvería a clase, vería una película con su compañero, caminaría calle arriba junto al resto de personas, rumbo a su coche, que la llevaría a su casa,  cenaría algo caliente, luego echaría un polvo y se dormiría plácidamente hasta la mañana siguiente, cuando madrugaría... y bueno... ya se sabe la historia. 


Así un día, y otro, y otro. Y, de vez en cuando, volvía a ver decenas de miles de cabezas congregadas... pero no cambiaba nada. El mundo seguía del revés. El mundo seguía precipitándose a la hecatombe, a la destrucción... como un carro de Carrefour si se escapa calle abajo empotrándose contra un Audi A4 en su fatídico recorrido.


Le invadía la angustia hasta un punto que no podía creer cierto. La tristeza, la desolación, el desarraigo, el abandono... todos esos sustantivos sustituían a la rabia, a la indignación. Tenía miedo. Se sentía perdida, sin un pilar al que agarrarse, imposible... ¡Imposible! si los había derribado todos... todos reducidos a polvo, junto con esas hermosas estatuas griegas, que afirmaban ser las poseedoras de la belleza...


Y comprendió qué era lo que debía hacer, y comprendió que ese era el fin. La nada. Que nada cambiaría. Que todo era absurdo ¡De risa! y rió como una histérica ¡Por fin lo había comprendido! y rió como una histérica...


-¿Te pasa algo Julia?
+No... sólo estoy un poco desanimada.
-Ya verás, cariño, como al final lo conseguimos. Cada vez somos más. Este sistema tiene los días contados.


Y de nuevo marcharon donde las centenares de miles de cabezas, donde la palestra, donde las diferentes banderas. Él tenía razón, cada vez había más gente.


-¿A dónde vas?
+Voy a adelantarme un poco, tú espérame aquí.


Intentó abrirse camino entre la marea de gente, el corazón le palpitaba con fuerza, la sangre se apelotonaba en sus sienes, la boca se le secaba por momentos al son de su resuello. Logró llegar por fin justo debajo del escenario.


Ahora podía ver los ojos de toda aquella gente, vacuos como los del pescado. Su aliento se elevaba en el frío aire invernal en pequeñas nubecillas, semejantes al humo de los habanos. Ojos que miraban sin ver. Personas que morían en vida. Voces mudas.


Subió unos cuantos escalones de la palestra, lo justo para que la vieran, se disponía a llevar a cabo su propósito, seguro que con éxito. Por una vez en su vida la escucharían, trasmitiría su mensaje sin dar lugar a ninguna posible tergiversación, pues sería claro y evidente. 

   
-¿A dónde va esa? -se oía balar a la masa.
+¿Quién es? ¿Por qué está subiendo? no debería estar aquí... -se oía aullar a la palestra.

Y entonces sacó la pistola, y con fuerza, decisión y entereza pronunció su última parrafada, apuntándose a la sien izquierda apretó el gatillo y sus sesos, su carne, su hueso y su conocimiento mancharon a los allí presentes de espanto, asco y comprensión.

Lo último que vieron sus ojos cristalinos fue a su compañero, perdido en la lejanía, y la pancarta que sostenía con vehemencia, hecha con las manta en la que dormían:

"Qué época tan terrible esta en que unos idiotas conducen a unos ciegos".
William Shakespeare.


miércoles, 25 de abril de 2012

Los nuevos Ni-ni







Generación Ni-ni: ni estudios ni trabajo

martes, 24 de abril de 2012

Suavidad


No me voy a ir, parecían decir sus movimientos, y la suavidad de su piel lo confirma. La levedad acaricia sus manos, besos en la comisura de los labios. Qué bella pintura de seres entrelazados en el tango de la vida, en la pasión de una copla...


Huele a agua resbalando por su cuerpo, sus cabellos resplandecen con el brillo de la miel, la piel se derrite como la nieve... todos los días me pierdo en su cielo... doy gracias, porque por una vez no me importa estar perdida. Y es cierto, está aquí... sí está aquí... la suavidad de su piel lo confirma. 


 

viernes, 20 de abril de 2012

No valemos nada




Hoy más que nunca tengo miedo. Lo que sea de mí, cada vez menos depende de mí. Las ideas no sirven de nada, la cultura no sirve de nada, la protesta no sirve de nada, existir no sirve de nada... este sistema que nos convierte en datos estadísticos, que nos rebaja a meros números englobados en un porcentaje, este sistema que olvida que ante todo somos personas, y que tenemos una vida que solo podemos vivir una vez.


Yo no lo elegí. La dictadura del número.

Aguantar cómo te cortan las alas sólo porque unos pocos, que no tienen ni puta idea de lo que han votado, así lo hayan decidido. Aguantar que te denigren como persona, que te pisoteen como individuo, que te ignoren como ciudadano... cuando ni siquiera crees en el concepto de ciudadanía, cuando ni siquiera te sientes perteneciente a ese invento que llaman nación, a ese país que llaman estado; cuando tus ideas están por encima de todo eso.

Y ves con diversión cómo intentan alienarte, llenando tu cabeza de cosas absurdas y banales; mintiéndote, pretendiendo hacerte ver lo blanco, negro; metiéndote el miedo en el cuerpo de que las cosas tienen que ser así porque no hay alternativa, siempre hay alternativa, otra cosa es que convenga; alienarte, privándote de los instrumentos que te salvan de ello, como es la cultura, la educación... como es el derecho a expresarnos libremente, a manifestarnos sin miedo, sin coacciones. 


Pero el espíritu no se achanta. Siempre habrá libros que leer, aunque no haya profesores para explicarlos. Siempre habrá palabras que escribir, aunque no haya plataforma que las publique. Siempre habrá personas con dos dedos de frente y sueños (diferentes de los que propagáis) que luchen contra lo establecido. Siempre habrá ideas que difieran. Y, por mucho que nos cortéis las alas, por mucho que nos hundáis en le barro y la miseria, por mucho que intentéis infundarnos ese odio y ese miedo, por mucho que nos intentéis hacer ver las cosas en blanco y negro... para nosotros siempre existirá la escala de grises.


Porque no necesito aquello que me prometéis, ni aquello que me vendéis... yo sólo necesito ser en todo momento consciente de lo que soy y lo que no quiero ser, y que en el mundo, al menos, exista otra persona que también sepa lo que es, lo que no quiere ser y a dónde quiere llegar. Con eso en mi cabeza, nunca me tumbaréis. Aunque me despojéis del resto de mi vida, aunque mi vida en vuestro sistema no valga nada.  

miércoles, 18 de abril de 2012

Microfragmento: poesía


La poesía me eleva del tedio de los días que caen del calendario como una lluvia de verano, delicada, suave, pero bochornosa. Las palabras se funden en mi boca, el chocolate no sustituye al sexo. Y la belleza se hace tangible, alcanzable en versos. 


Se recita el poema de la vida en mi oído. Escucho atenta la melodía que se desprende, el ritmo. Las palabras danzan, y con ellas el contenido. La vida se hace soportable. Sólo es literatura, tan sólo es arte. Inefable. Deja que el poema hable.
-¿Habla?
+¡Escucha!
Calma...

Suma y sigue



Vamos a sacar a analfabetos de las clases, mejor dicho, vamos a sacar a aún más analfabetos de las clases. De las universidades saldrán parados. De los hospitales moribundos que no se pueden pagar el tratamiento. Y, encima, si protestas silenciosamente (es decir, de forma civilizada), te llaman delincuente


¡A tomar por culo! 


Pero señores dirigentes, no se bajen el sueldo, no metan mano a la administración... que debemos estar bien gobernados para salir de la crisis

sábado, 14 de abril de 2012

Un lugar llamado Mundo





Los océanos se empequeñecen, se estrechan; los mares, prácticamente inexistentes; el aire no es sólo la autopista de golondrinas, cigüeñas... y diversos animales vestidos con plumas y dotados de alas, de las de verdad, no la de los sueños; los continentes se recorren en un solo clic; los países borran sus fronteras o, en su defecto, las difuminan; las lenguas se estudian, se conocen, no son un problema; y el tiempo... el tiempo ahora más que nunca es insignificante. 


Ahora puedes girar un globo terráqueo en tu salón, detenerlo con el dedo índice y, en cuestión de horas, estar en el lugar elegido. En menos de segundos puedes buscar información sobre ese país, sobre el pueblo más recóndito, sus costumbres, sus tradiciones, su lengua, sus lugares turísticos y sitios de interés, su clima... y, con una sola llamada, organizar una escapada idílica e inolvidable que te enseñe formas de vida, personas y lugares que nunca creerías que verías o sí... tal vez ya lo hayas hecho por Internet.


Este es nuestro mundo actual, al alcance de un solo clic, cada vez más globalizado, internacionalizado, cada vez menos extraño... ahora es cuando más cerca estamos de ser "ciudadanos del mundo", como decía Sócrates. Y esto es algo bello, algo que emociona, que sobrecoge... ahora nuestro mundo no es más grande que un garbanzo, a lo sumo no es más grande que una aceituna, oliva, como dirían en Italia. Esta es una nueva realidad, muy poética, es una realidad que debería unirnos aún más, que debería hacernos sentir verdaderamente como lo que ahora sí que somos, ciudadanos del mundo... 


Toda esta nueva situación nos hace ser más empáticos al comprender mejor el resto de culturas que nos rodean, al estar más cerca de ellas, más influenciados o, simplemente, más informados. No dejamos de conocer, de aprender, no nos dejan de llegar estímulos, informaciones, imágenes, música... todo ello nos hace abrir nuestra mente, dejarla volar y ser conscientes de que no sólo existe nuestra realidad, sino que cada persona, cada país, cultura... tiene la suya. 


Todo esto debería hacernos mejores personas y no sólo erradicar ese miedo hacia lo extraño y lo extranjero... pero aun existe la segregación, aún existen las fronteras para algunos, otros, intentan imponer su cultura, y todos ellos no entienden que son uno solo, que ahora, más que nunca sí que son uno solo. Es política. Es economía. Es estupidez humana y, como siempre, la poesía se ignora... pese a su incuestionable belleza

jueves, 5 de abril de 2012

El absurdo y su consiguiente nada



Quien más y quien menos, una vez o varias en la vida, por alguna determinada circunstancia llega a la conclusión de que esta vida, de la forma en la que está planteada, al igual que este mundo, son total y perdidamente absurdos. Ese absurdo de la vida y del mundo en el que vivimos nos conduce a la nada más absoluta, esa nada tan difícil de soportar para el ser humano desde el principio de los tiempos. Por ello, cuando nos damos cuenta de ese absurdo, de esa futilidad... tendemos a reafirmarnos aún más en nuestras creencias, ideas, falsas identidades.   


El ser humano tiene la necesidad de explicarlo todo,  la necesidad de guiarse por algo en esta jungla que llamamos existencia... para ello se ve irrevocablemente movido a dividir su realidad, a crear nuevas realidades, nuevas concepciones que mueven masas... masas deseosas de una explicación, de un sentido, de un camino que seguir, una meta que alcanzar, de un fin por el que vivir... incapaces de crear el suyo propio, o enfrentarse al vacío.


Y así, a lo largo de la historia, la mitad de los habitantes de la tierra está "enfadada" con la otra mitad del planeta. Unos son musulmanes y otros cristianos, unos comunistas y otros capitalistas, unos pobres y otros ricos, unos negros y otros blancos... el mundo se divide en buenos y malos y cada sector afirma poseer la verdad, su verdad, que no tiene por qué ser la mía o la tuya... nos acomodamos a lo que hay, nos posicionamos en uno u otro grupo, porque ello nos hace sentir seguros, fuertes, nos reafirma en una identidad que necesitamos, una identidad que nos salvaguarda de la nada... he ahí lo relativo. Es mi verdad, igual que puede ser la tuya. Soy cristiano, igual que he podido ser musulmán.


Y pensar en todas las consecuencias de esta visión dualista de la realidad... esas consecuencias sí que empujan a la nada... porque hacen ver lo absurdo de la realidad y lo efímero de la vida. Poco o nada nos separa de un individuo de la Edad Media, somos más viejos, pero se nos olvidó acompañar la vejez de su consiguiente sabiduría.


¿Cuándo aprenderá el hombre a mirarse al espejo y enfrentarse a sí mismo? a aceptar la nada como lo único real, el absurdo como lo único tangible y darse cuenta de que la vida es efímera y no merece la pena dejar que pase defendiendo una idea, una realidad o una creencia que es sólo el producto de nuestra cobardía


No soy nadie si no tengo una meta en esta vida.
No soy nadie si no tengo una ideología definida.
No soy nadie si no trabajo en un futuro o estudio ahora.
No soy nadie si no estoy con alguien y luego tengo hijos o no los tengo.
No soy nadie si no pertenezco a una religión o a ninguna de ellas.
No soy nadie si no vivo en un país.
No soy nadie si no me posiciono en un determinado lugar de la sociedad.


¿Y vosotros sois alguien por seguir una mentira por necesidad? Intento aceptar la nada, cada vez estoy más cerca. Intento comprender el absurdo de la vida, del mundo, cada vez estoy más cerca. Por eso a veces estoy tan triste... me asfixia la identidad que quieren imponerme, me ahoga la posibilidad de que yo también necesite una certeza, un fin último al que asirme.


Quizás como ser humano lo necesite, quizás mi contienda de desligarme y alcanzar la nada, el entendimiento, sea en sí un fin último. Quizás, vagando perdida en el limbo de mis divagaciones y mi inconsciencia logre alcanzar el refugio ascético en la nada, quizás la vida solo sea en sí el refugio ante esas certezas que te ahogan, que te abruman, que te empujan al agujero negro de la existencia... el refugio al que acudes, para olvidarte, que no eres nadie, que vives en la nada y, que lo que te espera, es aún más nada


miércoles, 4 de abril de 2012

Somos la droga



Besarte. Pasarte el humo. Envolvernos de su color, de su sosiego, del nuestro... tenue luz de luciérnaga, calidez primaveral, la suavidad de campos de algodón. Mírame, que el cielo no se nuble y, si se nubla, que sea por efecto de las drogas. Acaríciame, que las amapolas a mi lado se quedan cortas. Sí, bésame... la exhalación de tu cuerpo...


Y creamos un mundo nuevo, donde solo existe la quietud, la serenidad, donde no transcurre el tiempo... y entre tus brazos me elevo, nos elevamos... si cierro los ojos no hace falta soñar. Huele bien, huele a ti, a mi, a sexo... siento tus cientos de besos, lentos... muy lentos... tan lentos... siento la caricia del viento, tus ojos en mi cuerpo, acariciando... tan lento.


Y si miras alrededor, tan solo estamos tú y yo, tú y yo y esa melodía de jilgueros, y estas sábanas en el suelo, el humo en el techo. Quieto, quieto. Empecemos de nuevo. Sosiego. Sosiego. Sosiego... y si morimos, que muramos en este momento...

domingo, 1 de abril de 2012

Antes de que llegue el dolor





El dolor paralizaba su corazón durante interminables instantes, la angustia ascendía desde el pecho y nublaba la vista, provocaba náuseas, malestar, vértigo... el dolor aprisionaba los latidos, como una poderosa mordaza aprisiona las palabras. Ese dolor que le hacía respirar entrecortadamente, no siendo todo el aire del mundo suficiente para poder controlar la arritmia; el dolor que impregna su tez de ardientes lágrimas que abren surcos en la piel como si se tratase de ácido... ese dolor que provoca que un calor asfixiante le haga tiritar...


El dolor de la pérdida, el desengaño, la decepción, el desarraigo, la necesidad imperiosa insatisfecha, el fracaso, la tristeza, la ausencia... 


Antes de que llegue ese dolor... estrecha fuerte su mano, hasta partirla los huesos; besa sin descanso sus labios, hasta que queden en carne viva; acaricia sin cesar su piel, hasta que se desgaste bajo las yemas de tus dedos; ama su cuerpo, hasta que no quede un solo rincón sin admirar y llenar de recuerdos.


Y dormir junto a esa persona atrapando sus sueños, encarcelando su aliento... abrazarla cada noche para estrujar su alma, mirar en sus ojos hasta vaciarlos de toda racionalidad, hablar hasta que no quede nada que contarse... porque el día en que se vaya, que se irá, el día en que todo termine, que terminará, no quedará nada de eso. Ni siquiera el dolor. 


Tan solo vacío


Un vacío insoportable. Más que el dolor de la pérdida, más que el dolor del rencuentro que nunca acaecerá... un vacío que absorbe todo lo bueno que hay en ti, que te autodestruye, que aniquila tu alma...


Huele su pelo, atrapa su fragancia... antes de que los cabellos se tornen ceniza y los labios rojos, de sonrisa triste, lloren sangre