viernes, 8 de octubre de 2010

Amanecer

Esta mañana, saliendo de mi casa hacia el instituto, mi ánimo estaba apático, alicaído. El día prometía ser igual de desanimado a la par que rutinario y aburrido. Había pasado una noche de sueño profundo pero sin descanso. . pero esos pesimistas pensamientos matutinos se esfumaron casi al instante cuando abrí la puerta, pues mis ojos se toparon con un precioso amanecer; tenía tonalidades anaranjadas, amarillas, rojizas y, si me apuras, azules celestes. El sol rompía entre los edificios brillando con debilidad, como perezoso de madrugar tanto; sus rayos iluminaban unas nubes blancas que se tornaban color salmón, alargadas y difusas, ya querían irse de la mañana.

Mi ánimo se resucitó, como estimulado por esa estampa de sencilla e inigualable belleza, en esos momentos no necesitaba nada más y mis ralladas se disiparon como aquellas nubes. Lamenté no haber tenido una buena cámara fotográfica, quizás si hubiera capturado esa imagen, siempre tendría una terapia "antiapatismo" sencilla y natural, pero efectiva en su bella simplicidad.

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