domingo, 3 de octubre de 2010

Vamos a jugar a un juego

Llora porque no siente lo k le gustaría sentir. Llora porque a veces no hay culpa y no quisieras hacer sufrir a nadie, pero te sientes malvada, desgraciada. Preguntas, demasiadas preguntas para ocultar la única verdad que ya conoce. Pero otra cosa es admitirla. Admitirla significa doblar en la próxima esquina y coger otro camino. Luego se busca. Se mira en el espejo pero no se encuentra. Es otra
________________________________F.MOCCIA (perdona si te llamo amor)

Ella estaba sola. En la calle llovía. Hacía frío. En casa sin embargo se estaba calentito, a resguardo, parecía que nada de lo que pasase fuera podría afectarla allí dentro, en su camita, arropada con el cálido edredón y leyendo un buen libro. Sin embargo, sus pensamientos divagaban más allá de las líneas de ese libro. Se enredaban, se enrevesaban y luego se esfumaban tan solo para volver poco después. Había releído ya esa parte de la página por lo menos cinco veces y seguía sin enterarse de lo que ponía. Su cabeza no estaba en la historia de ese buen libro. Estaba en todas partes menos allí.
Se preguntaba qué le faltaba, qué le faltaba para conseguir aquello que quería; si no era suficientemente buena; si no llegaba a las expectativas si fallaba en algo que... no era capaz de ver. Se levantó, dejó el libro en la mesilla y fue al baño, quizás si se lavaba la cara se despejaba un poco y podría seguir viajando entre esas líneas, más que nada para distraerse. Ya en el baño, evitó mirarse en el espejo, se lavó la cara con agua fría y se la secó lentamente con la toalla de algodón. Olía a suavizante.
Su mirada se cruzó con la del espejo y no pudo apartarla, se quedó absorta en ella misma, en su reflejo. Se acabó de enderezar y recta, con los hombros también rectos y la cabeza erguida se miró al espejo. Se volvió a hacer las mismas preguntas: ¿Qué le faltaba? ¿No era lo suficientemente buena? ¿No llegaba a las expectativas? Su expresión más que pensativa era triste y más que triste alicaída, apática, sin ganas de nada. Sus párpados se abrían y se cerraban con lentitud, otorgándole una expresión de somnolencia, las comisuras de sus labios se tornaban hacia abajo ligeramente, dándole una pincelada de tristeza resignada a su rostro. Respiraba con lentitud, su pelo le caía alrededor, quería sentirlo, pero era demasiado ligero. Entonces pensó ¿Desde cuándo soy yo así? ¿Por qué estoy así? ¿Qué consigo estando así?
-Verás querida... vamos a jugar a un juego -le dijo a su reflejo- debe creérselo todo el mundo, sino perderemos la partida, nadie debe sospechar y es muy pero que muy importante no perder nunca la compostura.
-"¿Qué juego es ese?" -parecía preguntar su reflejo. Sus ojos dejaron de estar somnolientos y su boca pasó de la tristeza resignada a la determinación forzada, la apatía se convirtió en fuerza y sus ojos brillaban con esa fuerza que acababa de adquirir a regañadientes.
-Es un juego muy sencillo... vamos a jugar a ser felices.
-"¿Nadie sospechará?"
-Nadie puede sospechar porque si no perderemos el juego.
Se quedó mirando a su reflejo, una lágrima resbalaba por su mejilla, la miró con rabia. La comisura de sus labios volvió a mostrar tristeza y sus ojos apatía, pero el brillo de la determinación seguía brillando en ellos.
-¿Y qué gano con este juego? -se preguntó a si misma esta vez, no al reflejo, que respondió.
-"Estar un poco mejor, al menos cuando juegues".
-¿Y cuando no esté jugando?
-"Entonces serás verdaderamente tú, pero no te preocupes, estarás a salvo, nadie se dará cuenta; después de todo, tienes una cálida manta, una casa que te resguarda del frío y la lluvia y un buen libro donde enfrascarte e intentar olvidarte de todo".
-Nunca consigo olvidarme de todo.
-"Es parte del juego".

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