Un bosque castaño infinito se extiende hacia tus praderas; hojas marrón claro, que la luz del sol tiñe de ámbar, vuelan con delicados vientos, planeando ligeramente, temerosas de posarse en esa hierba tan pura y que, sin embargo, coloca al instante...
Arropa a las penas, que con la gélida noche no se constipen, que yo de igual manera arroparé al desasosiego, lo ataré a la cama para que, sonámbulo, no te moleste.
No me des la mano, que no soy ninguna dama. No me pongas la zancadilla, que me raspo las rodillas. La pradera se vuelve angosta, me asfixia... sus vapores opiáceos embotan mi mente... quizás hoy llegue al nirvana. No... para el nirvana sé que tengo que saltar al vacío, a tu vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario