El dolor paralizaba su corazón durante interminables instantes, la angustia ascendía desde el pecho y nublaba la vista, provocaba náuseas, malestar, vértigo... el dolor aprisionaba los latidos, como una poderosa mordaza aprisiona las palabras. Ese dolor que le hacía respirar entrecortadamente, no siendo todo el aire del mundo suficiente para poder controlar la arritmia; el dolor que impregna su tez de ardientes lágrimas que abren surcos en la piel como si se tratase de ácido... ese dolor que provoca que un calor asfixiante le haga tiritar...
El dolor de la pérdida, el desengaño, la decepción, el desarraigo, la necesidad imperiosa insatisfecha, el fracaso, la tristeza, la ausencia...
Antes de que llegue ese dolor... estrecha fuerte su mano, hasta partirla los huesos; besa sin descanso sus labios, hasta que queden en carne viva; acaricia sin cesar su piel, hasta que se desgaste bajo las yemas de tus dedos; ama su cuerpo, hasta que no quede un solo rincón sin admirar y llenar de recuerdos.
Y dormir junto a esa persona atrapando sus sueños, encarcelando su aliento... abrazarla cada noche para estrujar su alma, mirar en sus ojos hasta vaciarlos de toda racionalidad, hablar hasta que no quede nada que contarse... porque el día en que se vaya, que se irá, el día en que todo termine, que terminará, no quedará nada de eso. Ni siquiera el dolor.
Tan solo vacío.
Un vacío insoportable. Más que el dolor de la pérdida, más que el dolor del rencuentro que nunca acaecerá... un vacío que absorbe todo lo bueno que hay en ti, que te autodestruye, que aniquila tu alma...
Huele su pelo, atrapa su fragancia... antes de que los cabellos se tornen ceniza y los labios rojos, de sonrisa triste, lloren sangre.
Adoro la canción que has puesto en la entrada *O*
ResponderEliminarY me gusta mucho lo que has escrito >.<