
Aprendí de un artista narcisista de imagen infravalorada y luego mitificado el valor de la empatía.
Aprendí de una filósofa neoplatónica maestra de las matemáticas y la astronomía, el valor de la mujer en la historia.
Aprendí de un renombrado dramaturgo y poeta inglés, que no solo existen los sentimientos buenos, sino que el ser humano también es orcuro y pérfido.
Aprendí de un autor anciano que dejó volar su imaginación creando otro mundo posible donde poder viajar para conocer elfos, enanos y reyes destronados así como pequeños seres que aún así dan grandes pasos, que nos podemos evadir buscando otro mundo donde sería bonito vivir y no sentirnos culpables por ello, porque este mundo es igual de complejo que el nuestro.
Aprendí de otro gran escritor portugués recientemente fallecido, que escribir no es gustar a los demás, tampoco crear polémica, sino desasosegar los corazones estimulando cual masturbación la mente del lector para que se revele contra el pastor.
Aprendí de un joven revolucionario anarquista y rebelde que puedes seguir tus sueños y que, aunque entres en el embudo, aunque tu rebeldía y tus reivindicaciones se disfracen, mejor actuar desde dentro que no actuar.
Aprendí con todo esto, todo lo que necesito para ser persona, aprendí a pensar, a decidir, a ser objetiva, a dar razones y no simplemente imponerme, a buscar un sentido a las cosas pues lo tienen y todo ello sin dejar de soñar y de irme de vacaciones con pequeños hobbits y orcos.
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