jueves, 28 de febrero de 2013

Carretera y manta


Se pasa la vida viajando de este a aquel lugar. Aún estando en su hogar sigue viajando a aquel lugar. Aún estando en aquel lugar no dejará de volar con su mente. 

Esa soy yo.
De todos sitios y de ninguno. 

Los paisajes se suceden por la ventanilla, ora del coche, ora del autobús y a veces mis ojos. Las estaciones cambian, los campos se tapizan con el verde de la dehesa, en ocasiones el fuego prendería con facilidad, me gusta cuando las diminutas florecillas a lo lejos parecen perfectas alfombras, o cuando los árboles a ambos arcenes se muestran desnudos, sin pudor, cubiertos tan solo por la sombra de la sierra que los respalda. 

Porque soy de sierra y soy de dehesa, soy alcornoque y soy encina, soy castaño y soy olivo, soy jara y soy retama, soy garganta y soy pantano.

La carretera, lejos de serpentear en solitario entre las sierras con sus curvas imposibles o de recorrer hasta el infinito los inabarcables campos, descubre la vida ante mis ojos; por un momento tiene significado, por un momento soy capaz de comprender las cosas... ese preciso instante en el que te detienes en mitad de la nada asfaltada y miras a tu alrededor, ese segundo en el que sientes que perteneces a algo grande, muy grande, más de lo que podrías llegar a imaginar o a ver por muy larga que sea la carretera. 

Mi hogar nunca fue mi hogar, lo fue la sierra. Siempre dije que cuando me marchara de aquel lugar solo echaría de menos el paisaje. Así es. Y el que es ahora mi sitio, el que siempre supe que sería, a veces se me queda pequeño, minúsculo, a veces me agobia... quizás porque no veo la sierra, o quizás porque la parte antigua no es lo suficiente antigua a veces. 

Mi lugar está en ir de aquí para allá, en volar como las cigüeñas, siempre, aunque tenga un nido que me esté esperando, aquel que he construido con mi esfuerzo sobre un regio palo en mitad de la nada, o sobre el decrépito campanario de unas ideas marchitas. 

Mi lugar es el tránsito de este a aquel lugar, mi sitio es el peregrinar de mi mente sobre todo aquello que aprendí y ahora intento desaprender, sobre todo aquello que observé y ahora quiero reinventar. Mirar a la naturaleza de frente, bañarte en el río, sacar el brazo por la ventanilla, no dormirte en el mullido asiento, no correr la cortinilla, mantener los oídos abiertos...

Porque soy sierra y soy dehesa, porque soy la vereda que los hiere, porque bien sé que los kilómetros enseñan.


sábado, 23 de febrero de 2013

Desaprender


Como decía Ortega y Gasset "fueron ideas. Hoy son ruinas de ideas".

Nuestra realidad, ya no solo como país (que era a lo que se circunscribía Ortega y Gasset), sino como sociedad; ya no solo como conjunto, sino como individualidad, está fundamentada, sostenida, equilibrada, representada por ideas en su mayoría obsoletas en relación con la realidad en la que vivimos, pero que nos afanamos en perpetuar, como dicha sociedad se empeña en mantener a una persona muerta en vida que desea morir.

Tenemos la necesidad imperiosa, si lo que deseamos es sobrevivir; tenemos el deber, si lo que pretendemos es mantener la poca dignidad que nos queda como raza, de desaprender lo aprendido, de volver a "matar a dios". Debemos redimirnos de esta realidad obsoleta, debemos "matar las ideas" y hacerlas nuevas, reinventar el mundo, desaprender y volver a crear los conceptos.

Si volvemos, como tantas otras veces hemos hecho, a apuntalar esta casa en ruinas, que decía Cadalso, este campanario destartalado, que decía Ortega y Gasset, esta Castilla vulgar que evidenciaba Azorín, volveremos, como tantas otras veces, a revivir a un dios que se suponía que ya había muerto, volveremos a maquillar los conceptos como ciertos, como reales, como "no hay nada más allá".

La alternativa es seguir viviendo en un mundo de conceptos podridos, obsoletos, prostituidos al mejor postor; la alternativa es una falacia de nosotros mismos, de la realidad vista a través de un prisma de colores raídos, sin brillo, carentes de sentido, cada vez más polarizados. Tenemos la necesidad de volvernos a cuestionar las mismas preguntas que siempre nos han avasallado, pero desde otra perspectiva, destructora, desintegradora y aniquiladora que nos permita volver a construir los presupuestos, las certezas en las que, no lo olvidemos, tenemos, si queremos y si no también, que sujetarnos y apoyarnos, como el bastón del viejo que impide que bese el suelo, aunque en el fondo sepa que es capaz de andar sin él, a pesar de que ello le resultase más complicado o más trabajoso.

Nos hemos vuelto a relegar a esa caverna recurrente de la que la Humanidad emerge de vez en cuando (o eso se cree). Nosotros, tristes colectivos (ahora y siempre tan solo hemos sido eso), asistimos con atención al teatro que se reproduce delante de nuestros ojos, aunque, en realidad, no existan ataduras ni mordazas que nos impidan quemar ese burdo atrezo. Pero nos han hecho creer que es así, nos han imprimado de conceptos aparentemente tan reales y tan perfectos, que son esos mismos conceptos los que nos amordazan, los que nos atan; del mismo modo que nos han hecho creer que esas sombras que salen todos los días en nuestras pantallas son las que nos representan, el adalid de nuestra realidad. 

No se trata de volver a los orígenes, se trata de reinventar la esencia. Tenemos la capacidad de hacerlo, nos falta la fuerza

domingo, 3 de febrero de 2013

Mirar y ver


Hay veces que me gustaría arrancarme los ojos de las cuencas o pinchármelos con una aguja y que se desinflaran para no ver. El resto de personas vive muy a gusto con sus ojos, yo también viviría a gusto con los míos, si aunque mirara me negara a ver como hacen ellos. Pero la realidad, la triste realidad, es que mis ojos ven demasiadas cosas, y pocas le gustan. Por eso lloran y lloran, por todo lo que se ha perdido, por todo lo que nos van a arrebatar, por lo que estamos haciendo con nosotros mismos. 


Lo estamos perdiendo todo, y nos olvidamos que hay gente que nunca ha tenido nada. Nos están arrebatando nuestra integridad, y se nos olvida cuánta integridad hemos robado nosotros al resto. Quizás sea el karma o quizás que tenemos lo que nos merecemos. Me inclino más por la opción de que han conseguido de nosotros lo que querían, que somos vulnerables.
La mayoría de la gente tan solo quiere tener una vida tranquila, sin complicaciones, pero se han dejado engañar por sueños estúpidos de grandeza y prosperidad. Ese anhelo de estabilidad, tranquilidad, ese "que me dejen en paz" es fundamental, y juegan con ello, lo hacen muy bien... ese deseo es el que impide que las cosas cambien.

Porque desde pequeños nos han dicho que el caos es oscuro, es malo, hay que evitarlo a toda costa pues tan solo puede acarrear daños, incertidumbre... y eso da miedo. En contraposición, el orden es recto, es blanco, permite que todos vivamos "tranquilos" de la mejor manera posible... ¿en serio? ¿y qué manera es esa? ¿qué orden tan magnífico es ese que siempre nos han presentado como correcto?, ¿el de que unos pocos vivan bien a costa de otros muchos?, ¿el de que de esos pocos otros pocos vivan bien a costa de otros muchos porque sino el orden, la rectitud, se desploma

El orden no necesita de nadie que lo salvaguarde, el orden, si es orden, se mantiene él mismo. Por eso la anarkía es imposible... porque el ser humano no es orden, el ser humano es caos, es imbecilidad, es egoísmo, es despreciable
Sin el ser humano, la anarkía es posible. Miren a la naturaleza