miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cansada de Morfeo


Solo quiero dejar de pensar
En lo poco que tengo ya,
Pasan los días y una sola verdad
Que cada día quema más.
Aprender a amar,
Intentar olvidar;
Caras de una misma moneda,
Ninguna me impide soñar.
Mil granos de arena,
Que se los lleva el viento,
En mi piel se estrellan,
Sal en mi cuerpo.
En mi mente solo el deseo,
O un deseo,
Estoy cansada ya de Morfeo.
Lapidemos los pensamientos,
Jodamos a los sentimientos,
Profanando un nuevo intento,
Azúcar amarga son tus besos.
Sangra mi cerebro,
Suda mi corazón del esfuerzo,
Pierdo la carrera,
Perdida en mi desierto de mierda.
Dunas embusteras,
Oasis que son espejismos,
La situación me supera,
Intentemos volver al sitio,
Del que me alejó la inercia,
Con pereza incierta.



martes, 28 de septiembre de 2010

Ridícula


No soy capaz de rendirme, va en contra de mi naturaleza pero no obstante el instinto me grita a voces que soy una estúpida por seguir empeñada en algo que, está claro, ya no existe... no hacerle caso también va en contra de mi naturaleza sin embargo, de nuevo ironías de la vida, la situación es contradictoria, como yo, indecisa, como yo, ridícula... como yo.


No te compliques más
Lo que de por si… es difícil.
Cobarde como una hiena
Trepo al mástil rápido si sube la marea.
Ante las posibles dudas
Me abalanzo como una leona,
A ver si puedo sacar tajada
De alguna situación incómoda.
Pero no…
No consigo nada,
Tan solo dolor
Y más ansias.
El estómago se me pone del revés,
El corazón se acelera,
Los ojos brillan...
No puedo reprimirlo,
Por más que lo intento,
Siempre vuelvo al abismo.
Con la ilusión de una niña,
La misma estúpida esperanza en la mochila,
Es entonces cuando sí…
Vuelvo a ser una cría.
Doy demasiados pasos en falsos,
Creo que ninguno acertado,
Solo por aún creer que no…
Que no puede haberse terminado.

Para mi abuelo Toribio


Hoy hace un año que mi abuelo me dejó y es demasiado poco dedicarle una letra... pero es lo único que sé hacer. Una vez... en su época de los hospitales... radiología por akí, radiología por allá... le hice una letra en la que le prometía que, si algo le pasaba le iría a buscar al mismísimo infierno, a cualkiera de las otras vidas que le tocara vivir o ke... simple y llanamente le devolvería a la vida...
Cuando se fue... comprendí que todo se quedaba en poesía, comprendí la futilidad de mi palabras, de la vida, comprendí lo inútiles que resultaron porque no... no puedo ir a buscarle... creedme k si supiera cómo traerle de vuelta lo traería...
te kiero abuelo... siempre en mi :')

Juegas con la muerte
pero no sabes lo que es...
hasta que la sientes.

El dolor en el alma,
esa llama que se apaga
y se extingue con la última lágrima...
La tristeza no es tristeza
es pena,
angustia que encierra ese llanto,
palas de arena que la entierran,
una tras otra,
la sentencian...
y solo queda una efímera existencia
que echaremos de menos
y luego simplemente la recordaremos,
es lo más triste de todo esto,
que algo tan importante...
se vuelva polvo en un momento,
solo quedando rosas marchitas
y el recuerdo...
todo lo demás, se entierra en un puto agujero.

Juegas con la muerte
pero no sabes lo que es...
hasta que la sientes.

Te llevó un carrusel de rosas rojas y lazos negros
Como un día escribí,
En un papel donde prometí,
Ir a buscarte al fin del mundo,
Incluso parar el universo
Pa ir a tu encuentro…
Pero era solo poesía
Y a la poesía, la realidad la desafía
No puedo ir a buscarte,
No puedo recuperarte…
Solo ver como te vas
Dejándonos atrás…
Como tu ataúd no es de cristal,
Cómo tu viaje sí que tiene final…
La muerte puede ser poesía
Pero cuando es real
A todos nos desafía…
Las rosas no son bellas
Ni las azucenas blancas
Ni el tañer de la campana
Ni el silencio del llanto
Ni la vida…
Nada es bello cuando se resume
A un simple agujero
Con un ataúd dentro.

Juegas con la muerte
pero no sabes lo que es...
hasta que la sientes.
A veces te parece bella
Pero es una ilusión de la Parca
Para que te vayas con ella…



lunes, 27 de septiembre de 2010

No sabéis leer


Yo no sé de qué se sorprende la gente cuando "sabe" algo más de mí, algo que le parece inaudito, como "fuera de lugar". Me sorprende por el hecho de que no me considero una persona hermética, al revés, creo que dejo ver demasiadas cosas sobre mí misma que, algún día, se pueden volver en mi contra.
También es cierto que mis pensamientos, algunas veces, pueden parecer extraños, raros, ¿Exóticos? políticamente incorrectos, sentimentales o deshumanizados a partes iguales pero no creo que eso sea algo "excepcional"... creo que hay muchas personas que piensan, actúan, sienten, expresan, padecen... de la misma forma que yo; la única diferencia que creo que me separa (y a algunos más seguro que también) de ellos es que yo expreso, exteriorizo todo eso. No estoy hablando solo de mis letras, mis reflexiones, pensamientos escritos, mis críticas, mis sueños... sino también de mi modo de actuar en el día a día, mis conversaciones, mi modo de hablar, mis pensamientos, aficiones... a través de todo ello se pueden saber cosas de mí, el único paso para materializarlo es saber "leer" en mí como yo lo llamo.
Si yo sé "leer" en otras personas no entiendo por qué la gente no sabe "leer" en mí en demasiadas ocasiones y por eso se sorprende de algunas cosas que hago o digo. Es muy sencillo, no considero que mi persona esté metida en una coraza, que no hable nada para que no puedas saber de ella, que oculte mis pensamientos o mis sentimientos y no se sepa absolutamente nada de lo que me puede pasar por la cabeza... creo que soy como un libro abierto pero claro... solo para los que saben leer y para los que quieren leer... porque si no queréis... difícilmente, yo de eso no tengo la culpa ¿No?
Con esto no quiero decir nada, simplemente me apetecía escribirlo. No os niego que guardo muchos pensamientos en mi, también muchos sentimientos, impresiones, ideas... pero el único motivo por el que los guardo no es que quiera ocultarlo, no, es que NO SÉ expresarlo o no me conviene expresarlo (que también). Todo el mundo tiene sus pequeños secretos y yo no soy la excepción y esos secretos son los que considero mi parte oculta, la que nadie sabe, tan solo yo, la que no quiero que nadie lea porque me hace débil. El resto de mi ser es tan cristalino como el agua, no tengo ningún interés en cerrarme al mundo, sería mi mayor error porque de él me alimento para sobrevivir, así es que no entiendo esas opiniones que... "me ven como un ser extraño que no expresa lo que realmente piensa o siente". Sí que lo expreso... otra cosa es que vosotros queráis verlo.
Y lo comprendo... hay veces que es demasiado duro ver algunas cosas o no ver algo que esperabas, demasiado doloroso o una carga demasiado pesada, un lastre innecesario o simplemente sentimientos baratos k a nadie importan salvo a mí, pero que sin embargo expreso. Y en esto sí que soy clara... no los expreso para que los sepáis... no es algo altruista, no soy una persona altruista, mi persona se basa en el egoísmo y eso lo saben hasta los moros; lo hago simplemente para sentirme mejor, para poner las cosas en orden porque mi mente es jodidamente caótica, eso también lo saben hasta los moros, y porque mi propia mente me desquicia también lo sabe todo el mundo ¿Os sorprendéis por esto? ¿Veis? no sabéis leer.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Formas enrevesadas


Letra enrevesada de una mente igual de enrevesada para sentimientos enrevesados y enrevesadas formas de expresarlos (e interpretarlos) ;)

Busco ese calor que me abrase por dentro
Y no lo encuentro,
Busco ese agua hirviendo
Que arranque la mierda de mi cuerpo.
Busco sentirme mejor
En mis no sentimientos
Y busco que no sean tan crueles
Mis pensamientos.
Punzones que socaban mi mente,
Pulsaciones que embotan mis sienes,
Vomitar a los andenes
Pero buscar refugio en el siguiente.

Vagabunda de recuerdos torturados
Sinsentidos demasiado razonados.
Peregrina de caminos explorados,
Pero que se reinventan a cada paso.
Posadas de mala muerte,
E interior caliente,
Buen aroma y buena gente.
Toma mi garra,
Ayúdame a salir de mi cuerpo,
Roba mi alma,
Y llévala lejos.

Cincela mi cuerpo, tórnalo más bello;
Absorbe mi sangre, recíclala de nuevo;
Corta mi pelo, ya saldrá nuevo;
Reinventa mis deseos,
Si así tú estás contento.
Pero no… no me digas,
Que me pierda en el tiempo,
No me pidas que recicle mis versos,
No me pidas que no luche por más tiempo...
El olvido no quemará mis huesos,
No enterraré mis sentimientos.

Echando sal a las heridas,
Para el cerebro dame heroína.
Perfuma las flores caídas,
Prende fuego al sol,
Refresca a la luna.
Ámame,
no me dejes en la penumbra. .
que yo me pierdo
en el desierto de tundra.

Desconcierto. No puedo.


Te desconcierta mi juego
y a mi me descolocan los sentimientos;
no, no estoy bien si te tengo lejos,
no, no estoy bien reprimiéndome ese beso.
Hablemos claro:
yo te quiero.
Y me da igual si no es tuyo el mismo sentimiento
porque he intentado olvidarlo,
pero... lo siento, no puedo obviarlo...
de mis entrañas no puedo sacarlo
y en mi sueño se ha amarrado,
no siento en otros brazos
¿Y qué hago?
lo que no quería está pasando.

No puedo hacer que no existe
pues en mi piel se viste,
no puedo hacerlo desaparecer,
es demasiado fuerte y perdí la fe,
no puedo extinguirlo,
está demasiado vivo
y el olvido no es su sino...

Echo de menos tu abrazo,
tus labios, tus manos
¿Qué quieres que haga?
no puedo olvidarlo.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La sombra y su rosa negra

Vestía un camisón blanco, por las rodillas, delicado, sencillo, de una tela ligera que dibujaba las redondeces de su cuerpo insinuándolas, casi se trasparentaba pero era solo una ilusión. La tela se elevaba a su espalda por la repentina brisa que se había levantado, estaba sola.
Miró a su alrededor, su corazón estaba inquieto, sabía que algo no iba bien pero no podía precisar el qué, al fin y al cabo estaba sola... allí, en esa plaza que le era tan familiar, la cual la había visto crecer desde su más tierna infancia y niñez, pasando por su adolescencia y... bueno, dejémoslo ahí.
Dio varias vueltas sobre sí misma, mirando a todas partes, sentía... que no estaba sola pero realmente estaba sola. Cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, se vio rodeada de personas con picas y antorchas que se repartían como cirios en las manos de aquella muchedumbre. Había mucha gente, se contaban por centenares, el miedo la invadió, sus gestos eran claramente hostiles, estaban tensas, como esperando para salir a correr tras ella en cualquier momento. Se fijó en sus rostros y con pavor descubrió que se trataba de todas aquellas personas que había conocido a lo largo de su vida. Allí estaba su familia, sus amigos, sus conocidos, sus profesores, gente de su barrio de la cual siquiera conocía el nombre, amigos de la infancia o enemigos a partes iguales, personas a las que conocía tan solo de vista y otras en cambio con las que había compartido media vida. Daba igual qué rostro mirase, pues todos expresaban lo mismo: odio, un claro odio no disimulado, las antorchas y las picas tan solo lo enfatizaban.
Salió a correr por la única vía de escape, una calle que bajaba de la plaza a la iglesia, era corta, no podría despistar a toda aquella gente, pero tenía que intentarlo, tenía que intentar escapar, huir como fuera. El miedo la invadía y sus piernas no corrían lo suficientemente deprisa, el camisón se pegaba a su cuerpo por el sudor, la muchedumbre embravecida la perseguía, corrían demasiado para ser tantos y estar tan apelotonados.
Con pavor llegó a la plazoletina que estaba enfrente de la iglesia. La iglesia estaba envuelta en llamas, una columna de humo se alzaba en mitad de la noche ocultando por completo la luna llena y sus estrellas. Quiso desviarse por otra calle, pero la muchedumbre se había dividido y ya la rodeaban de nuevo en un apretado corro, esta vez no había ninguna posibilidad de escapar. Sintió que el corazón se le salía del pecho y no por la precipitada carrera, sino por el temor que le despertaba la situación ¿Por qué la iglesia estaba ardiendo? ¿Cómo era posible que toda aquella gente estuviera reunida? la mayoría no se conocían entre sí, había personas que siquiera tenían conocimiento de que la otra persona que tenía al lado existiese. No lograba explicárselo, además ¿Por qué la odiaban tanto? ¿Qué había hecho ella?
Las lenguas de fuego que devoraban las paredes del santuario iluminaban sus caras, crispadas por el odio, un odio irracional en su opinión porque ella no había hecho nada. De pronto hubo una explosión, las vidrieras de la iglesia saltaron en pedazos y la torre se derrumbó, la campana cayó al suelo con un enrorme estruendo. El fuego seguía impasible. Ella lloraba. La gente parecía ajena a lo que le pasaba a la iglesia y eso que la tenían a pocos metros, ellos solo tenían ojos para su cuerpo que parecía querían que ardiera como el edificio...

Cerró los ojos con fuerza, deseando que fuera tan solo una pesadilla y que, cuando los abriera, estaría en su habitación, arropada con sus sabanas y abrazada a su peluche... pero cuando los abrió se encontró ante la misma estampa de segundos antes... solo que... ¿Había estado antes allí aquella sombra que se abría paso entre la multitud?
Se fue acercando a ella lentamente, llevaba una mano a la espalda y era tan negra como el humo que seguía saliendo de la iglesia, cuyas llamas no obstante menguaban a un ritmo demasiado rápido para ser natural. La sombra, sin rostro, estaba cerca. Tenía apariencia masculina, amplias espaldas, sin pecho, pero poco más se podía vislumbrar. Era tan negra como la noche pero sin embargo parecía tan real como un cuerpo humano, en absoluto era etérea o vaporosa. Descubrió que no la tenía miedo, al revés, espantaba su temor, mandándolo lejos, si la miraba tan solo sentía serenidad, paz, plenitud. Los gritos de la muchedumbre desaparecieron cuando la tuvo enfrente, la luz del fuego se esfumó y no percibía el intenso olor a humo que minutos antes la estaba asfixiando. Ahora solo existía aquella sombra, de rasgos masculinos y grandes pozos de negrura por ojos. Sabía que la estaba mirando pese a que no tenía pupila y sabía que la quería hablar pero sus labios no se movían y no parecía tener voz. Estaba tan cerca de ella que podía sentir su aliento en la cara.

Paz... ahora todo estaba en paz.

La muchedumbre seguía ahí pero ella ya no la veía. La sombra estiró el brazo que hasta entonces había permanecido a su espalda y le tendió una rosa de tallo verde intenso pero pétalos negro azabache, aterciopelados... la podía oler desde allí. Olía bien.
La fue a coger, no podía apartar la mirada de aquella sombra que ahora la sonreía. Cogió la rosa y nada mas cogerla cayó al suelo, soltó un gritito que se ahogó enseguida. Se había pinchado con una de sus tantas espinas. La sombra la miró con gesto sorprendido, preocupado, angustiado... una gota de sangre, roja como un rubí, se precipitaba a cámara lenta... de nuevo escuchó los gritos de la muchedumbre, de nuevo sintió el calor del fuego en la cara, el asfixiante humo... la gota cayó en uno de aquellos preciosos pétalos y a la misma vez que los rozó... la sombra desapareció dejándola sola, aturdida... el miedo la invadió, la paz y la armonía desaparecieron y toda aquella gente se le echó encima con las picas, con las antorchas y quemaron su cuerpo, comieron su carne, bebieron su sangre... ella tan solo podía llorar... sabía que había perdido lo más importante de su vida... y no era precisamente eso... su vida... que se le escapaba con cada golpe, cada quemadura, cada mordisco, cada gota de sangre escarlata... sino aquel precioso regalo..
.



miércoles, 1 de septiembre de 2010

Pesadilla


Hacía ese trayecto tan familiar que todos los días me llevaba desde la casa de mi tita a la de mi abuela. Siempre lo hacía al atardecer pues veía cómo el sol se escondía entre los edificios con sus tonos rojizos y anaranjados. Pero ese día no me fijé en eso. Tenía una extraña sensación de angustia en el pecho, incomodidad, un presagio se abría paso en mi mente con pies de plomo, instalándose en ella como una abrumadora certeza que me aterrorizaba, me atenazaba el corazón y me impedía respirar. A cada paso que avanzaba esa horrible sensación se volvía más fuerte.
No podía hacer nada, solo caminar pese a que yo deseaba con todas mis fuerzas salir corriendo en dirección contraria. La casa de mi abuela cada vez estaba más cerca, el piso amarillo de dos plantas se alejaba escasos diez pasos de mi. Por instinto intenté reducir la marcha con la esperanza de detenerme, pero mi cuerpo hacía oídos sordos a mis ordenes y seguía andando. Siete pasos, seis... cada uno imprimía más desesperación en mi interior... era como si... cuatro, tres... me dirigiera al matadero a que me descuartizasen y yo lo sabía pero... no podía hacer nada para impedirlo. Dos, uno...
Metí la llave en la cerradura del portal. Lentamente. No lo quería hacer, pero mis manos tampoco me obedecían... llamé al ascensor y la espera nunca se me hizo tan larga. Mi corazón iba a mil por hora y tenía ganas de vomitar. Subí al aparato que, para mi sorpresa, llegó al segundo piso con una rapidez que nunca había tenido dado su destartalado estado. La mano me temblaba visiblemente cuando abrí la puerta, me asomé con cautela, sabía que algo me esperaba al otro lado y tenía miedo, mucho miedo. Las piernas me flaqueaban, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho, una voz me decía que me diera la vuelta y corriese pero no lo podía hacer, no era dueña de mi cuerpo que salió del ascensor.
Cerré los ojos con fuerza de manera instintiva, esperando un golpe o algo así, pero no pasó nada. Me quité el brazo de delante de la cara con lentitud, jadeaba, me faltaba el aire. Abrí los ojos con igual lentitud y, al mirar a la derecha, donde se encontraba la puerta de mi abuela tras un corto pasillo, la vi.
Era alta y espigada, su rostro tenía una expresión neutra o... más bien no tenía expresión. Sus ojos, dos grandes pozos negros sin brillo, miraban a ningún punto en particular. No pestañeaba. Tenía el pelo corto, negro como el azabache y cortado de forma perfectamente recta a la altura de la barbilla. Sus brazos colgaban inertes a ambos lados de su cuerpo y no se movia en absoluto, siquiera para respirar; parecía un maniquí, ahí puesto por el fruto de una macabra broma que no me hacía ninguna gracia.
Me quedé observándola unos instantes en alerta y, realemente, no se movía, su pelo negro tenía un brillo inusual y su tez era tan blanca como la nieve, sus labios pálidos y su cuello largo y delgado. Mis reacciones corporales al miedo irracional que me invadió durante todo el camino, se fueron calmando. Ni corazón relentizó su paso y mi respiración se fue apaciguando poco a poco; dejé de sudar ese sudor frío tan desagradable pero, al permanecer éste en mi piel, hizo que me estremeciera ante la brisa que subía por el hueco de la escalera que quedaba a mi izquierda.
No obstante, aunque ese miedo irracional hubiese desaparecido, mi subconsciente me seguía gritando que diera la vuelta, pero eso me hizo gracia porque... tenía que ver a mi abuela. No me podía dar la vuelta. Ese pensamiento me pareció sumamente estúpido pero, sin embargo, no podía hacer otra cosa que acatarlo como... como si fuese la única verdad de mi existencia.
Andé dirección a aquel maniquí que me seguía poniendo los pelos de punta, no lo perdía de vista, como con temor a que, de un momento a otro cobrara vida y se abalanzase sobre mí. Estaba llegando a su altura y de nuevo el corazón se me aceleró, mi subconsciente insistía en que me diese la vuelta y corriera todo lo que fuera capaz pero... tenía que ver a mi abuela.
Estaba al lado del maniquí y lo miré con recelo. No se movía. Pasé la mano por delante de sus ojos. No se movieron. Me encogí de hombros e, intentando ignorarlo (pese a que era incapaz, mis cincos sentidos estaban pendientes de él) metí la llave en la cerradura de la puerta, la giré, dos veces... sí... mi abuela siempre echaba dos vueltas. La puerta se abrió y yo saqué las llaves, eché un último vistazo al maniquí que seguía inmóvil y, sin saber por qué, sonreí... parecía que habíá ganado aunque, sinceramente, no sabía qué.
Le di la espalda, iba a cerrar la puerta cuando, de repente, sus manos aferraron mi cuello con tal fuerza y fiereza que me impedía respirar. Estaban frías, tan frías como el mármol, me dio la vuelta para verme agonizar. No era capaz de respirar, cada vez me costaba más trabajo. Su miraba destilaba odio, un odio irracional que me asustó. Sus facciones relajadas como si, lo que estaba haciendo, no le costase nigún esfuerzo. Mi vista se nublaba, la intenté arañar para que me soltase, pero mis uñas resvalaron en su piel como resvalan en el cristal.
Lo óltimo que recuerdo es su pelo, inusualmente brillante y un solo pensamiento que retumbaba en mi cabeza con fuerza: "tengo que ver a mi abuela".

Me desperté en mi cama gritando, el mismo sudor frío que tenía en el ascensor plagaba mi espalda, sentía cómo el pijama se pegaba a mi piel y el mínimo roze me hacía estremecerme y sentir su presencia detrás. No me atrevía a encender la luz por miedo a que sus fuertes y despiadadas manos cogieran la mía. Lloraba de miedo y me aferraba a la sábana con fuerza, como si me pudiese proteger de ella en el caso que estuviera en mi habitación.
En un arrebato de valor encencí la lámpara de mi mesilla y cerré los ojos con fuerza, cuando los abrí lentamente, con temor, casi esperaba encontrar su rostro neutro y terrorífico enfrente pero estaba sola. Sola en mi habitación.
Había sido una pesadilla.