martes, 17 de febrero de 2015

Tras ese telón opaco


El deseo de captar la oscuridad me torturaba.
Miraba a mi alrededor, pero de nada servía mirar si no lo hacía con otros ojos. Eso era lo difícil, y no intentar reconocer las figuras que se mueven tras las sombras, ponerles nombre... qué más da. Sólo son sombras.
Ahí en la oscuridad, tras ese telón opaco, estaba toda la belleza a la que aspiraba, pero qué complicado era bregar con tela tan pesada, qué difícil desprenderse de lo aprendido. Era como andar por un laberinto de esquinas afiladas. Y aún así, imposible apartar la vista. 
Las figuras reconocibles del mundo real se me antojan miserables, carentes de sentido, absurdas... Y eso que sólo veo sombras; sombras a la vuelta de cada esquina, sombras cuando abro los ojos, sombras cuando aprieto los párpados contra la cuenca vacía. Sombras. Y, sin embargo, de una belleza tal.... a la que ni siquiera puedo poner nombre. Me niego. Pues es esta nada reconfortante precisamente por eso: porque es "nada", no pertenece a nadie, ni siquiera a un concepto, mucho menos a mí.