jueves, 27 de junio de 2013

La manzana


Es como la roja y perfecta manzana que, si la muerdes, llena la boca de gusanos. Las moras se apelotonan en las zarzas, la muerte aguarda en los acantilados y la lluvia empapa.

Una disección del cerebro nunca fue tan placentera, quizás esos cortes rectos y seguros, ese análisis de circunvoluciones regido por el método sea lo más metódico que haya tocando nunca jamás ese cerebro. Por lo demás es todo normal, nada especial. Una nariz, dos piernas, cintura y labios. Y labios.

No destaca en nada, pero la nada destaca. Es como un universo paralelo al que intenta lanzar escalas, conquistarlo, pero es difícil, y la guerra absurda. Aunque, en realidad, le gusta lo complicado, lo torturado, lo que hay que descubrir, lo que hay que entender... porque el mundo es demasiado sencillo, las personas demasiado banales y el sufrimiento demasiado importante. Le interesa más el dolor que la pena, y  más la pena que la felicidad. Porque expresa. Te hace sentir ¿Quién no ha sentido nunca pena? es un vacío clamoroso que pocos entienden, es un dolor desarraigado; y vuelta al dolor, que es lo poético.

Tocar terminaciones nerviosas. Masturbar el cerebro. Todo ello es placentero. Dibujar castillos en el aire, pero no sabe dibujar... mejor los piensa, sólo los piensa, los esboza, coloca las letras ¿para qué mas? si nadie los entiende, solo las botellas lanzadas al inmenso mar. Porque el mar es inmenso, y no quiere creer en horizontes. Los dinamita.

Pese a que es muerte, genera vida, crea vida.

Entendió el significado, destruir para construir, y quizás sea necesario destruir lo construido. Porque lo suyo es el caos, es la naturaleza, es apuñalar al horizonte... porque no quiere más momentos archivados en una memoria inexistente. Quiere vida, una pequeña e insignificante vida, como la de los gusanos de su manzana.