jueves, 11 de octubre de 2012

¿Mundo exterior?


Una habitación cuadrada, de burdo ladrillo sin lucir, tiene dos ventanas tapiadas y una puerta, una sola puerta que permanece siempre atrancada, de metal. La habitación es demasiado oscura, es demasiado luminosa, hace frío, aunque hay veces en las que el calor es tan abrasador que derrite la piel... en otras ocasiones falta poco para que los miembros se te congelen, o tiritas tan fuerte que los dientes se rompen.

Al principio, que no recuerdo cuándo fue, la ansiedad corroía de tal manera mis nervios que podría haber reducido a virutas la puerta con mis uñas. Dicen que si una puerta se cierra, se abre una ventana... es mentira, una de tantas. El suelo no cede, pese a las muchas vueltas que doy en mi reducido espacio, caminando en la misma linea recta, ahora voy, ahora vuelvo... 

Antes era peor, cavaba con las manos hasta hacerme sangre en los dedos, pateaba las ventanas con la esperanza de quebrar la piedra, quebraba mi pie. Gritaba y gritaba pidiendo auxilio, ayuda y desgarré mis cuerdas vocales, luego pasé a gritar de muda desesperación. Arranqué mis cabellos, comí mi carne, arrebaté a mis cuencas sus ojos para no ver más... cuatro paredes, dos ventanas, una puerta ¿cómo te arrancas los ojos de la memoria?

En todo ese tiempo pensé tal cantidad de cosas... ¿si rezaba a un dios en el que no creía, saldría de allí?, ¿si fingía ser quien no era, me dejarían salir?, ¿si hacía como que me importaban cosas que no me importan, lograría la libertad?, ¿si dejaba de pensar, todo acabaría? tal vez... tal vez solo necesitaba aprender una moraleja, como cuando era pequeña con esos cuentos que solo te cuentan cuando eres una niñita porque si eres demasiado mayor ya te das cuenta de lo estúpidos que son. El lobo siempre, siempre se come a los cerditos, mamá, y no al revés.  

En ese caso... ¿cuál es la moraleja de todo esto? 

Estoy aquí sola, con demasiada luz y demasiada oscuridad, en una habitación cuadrada, de burdo ladrillo sin lucir, dos ventanas, la puerta atrancada... fuera, más allá de estas cuatro paredes, está el mundo, repleto de personas que van y vienen con más o menos premura. Personas que son ancianas, jóvenes... también hay chiquilllos que quieren ser adultos y adultos que no dejan de ser nunca chiquillos, hay personas blancas, negras, amarillas... y dicen que en el espacio exterior son verdes. Fuera, donde brilla el sol y la luna se arropa con estrellas, allí fuera, donde corre el agua por los ríos que se follan al mar, donde los campos son verdes y las flores de un blanco tan impoluto que solo puede encontrarse en la naturaleza, fuera donde los animales se guían por el instinto, fuera donde las personas están rodeadas de gente...

Personas que van y vienen con más o menos premura; personas que se ven, pero no miran; que oyen, pero no escuchan; que hablan, pero no entienden... personas rodeadas de gente. Personas que sienten, pero no empatizan; que piensan, pero no comprenden; que acarician, pero no sienten... personas rodeadas de gente.

Y entonces, la pesada puerta de metal, aquella puerta que durante tantos años ¿años? había sido incapaz de reducir a virutas, se abrió de par en par y dejó entrar aire puro, nuevo, que alegró sus pulmones. Corrió hacia ella, con temor de que se cerrara, y traspasó el umbral hasta ahora desconocido... una sonrisa se dibujaba en su cara, lágrimas de felicidad resbalaban por sus mejillas, ardientes como la alegría que le acuciaba el corazón...

... Pero más allá solo había frío, y un laberinto de pasillos con más puertas como la suya, aún cerradas; un laberinto de más y más habitaciones cuadradas. 
Siguió aporreando la piedra que tapaba las ventanas, confiaba en que el refrán fuera también mentira, como los cuentos que le contaban cuando era niña. Confiaba en que, más allá, en el mundo exterior, siguieran existiendo las personas


1 comentario:

  1. Ha vuelto a escribir. Supongo que en esa pequeña habitación existirán los enchufes,esos donde introduces tus dedos, no para que se te pongan los pelos de punta, sino para intentar que desde otro cuarto de cuatro paredes, parecido al tuyo, decidan introducir una carta en una botella y, tirarla en uno de esos ríos que se follan al mar, para que tú, después de conseguir abrir a golpes una de las dos ventanas, y quedar con los nudillos magullados, la encuentres flotando en ese océano de agua turquesa que aunque yace a las afueras de tu cuarto no pudiste apreciar desde la puerta. Intenta no romper la botella de cristal, esa en la que no hallarás ninguna carta, aunque sí a un pequeño ser respirando, un ser que identificarás de inmediato, un ser que te hará exclamar: ¡Por fin, una persona!

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