miércoles, 4 de septiembre de 2013

Eterno retorno


Llamémoslo eterno retorno. Todo está ¿condenado? a repetirse. Un principio y un fin, en línea recta, que se suceden en infinitas muertes e infinitos nacimientos que alumbran los mismos acontecimientos. Pues muy bien. ¿Y qué sentido tenemos nosotros en ese ir y venir de principios, y fines, y de tiempo, y de acontecimientos, y de... qué se yo. Nosotros, simples puntos que se suceden en esa línea recta que avanza inexorablemente de un principio a un fin, ya sea el de la "realidad" o el de nosotros mismos; nosotros, que en manos de esta fuerza inexorable aparentemente no podemos hacer nada, salvo vivir la mejor vida posible, por si se vuelve a repetir que tengamos, al menos, el deseo de repetirla; nosotros, que somos conscientes de ese eterno retorno y, aún así, seguimos viendo el tiempo como una línea recta, porque nos lo enseñan. Igual que nos enseñan a replantearnos los principios, y a dudar de todo lo que vemos... pero de qué sirve eso, si no hay nada que replantear, ni que dudar, el eterno retorno está ahí, se palpa, se lee, se ve, se asiste en primera fila. Somos puntos situados en un eterno retorno que saben que tienen que replantearse las cosas y dudar de lo que ven y de lo que conocen, incluso dudar de lo que ni ven ni conocen; somos puntos enseñados a inmolarnos pero sin la valentía de hacerlo, porque ser punto es muy fácil, ahí, en medio de la recta condenada a repetirse. 


No sé, puede ser una alevosía decir que si un punto se atreviera a explotar y realmente se replanteara los principios, dudara de lo que existe y de lo que no, pudiera acabar con esa "sensación" de eterno retorno que tenemos el resto de mortales puntos. O tal vez acabara solo con "su sensación" de eterno retorno y el resto de mortales puntos siguiéramos esperando, en fila, a que todo comience y vuelva a terminar. Y ese es el problema. Si la historia se repite, si seguimos siendo los mismos que hace siglos, si nuestra vida no tiene ningún tipo de sentido es porque no estamos dispuestos a inmolarnos. Tenemos las herramientas, tenemos la capacidad, lo que no tenemos es la voluntad. Nos domina el miedo. Nos conformamos con vivir una vida que nos gustaría repetir, pero nos olvidamos de hacer un mundo mejor donde nos gustase vivir una y otra vez. Y eso... eso no es algo de un solo punto, eso es algo de todos los puntos que, unidos y sin miedo, forman una línea recta. 

Tenemos miedo... miedo de ese vértigo que sentimos cuando nos replanteamos los principios y no sabemos qué hacer a continuación, cuando dudamos de todo lo que nos rodea y no existe una respuesta clara y unánime a todas las preguntas que, de repente, surgen ante nosotros. Porque nos han enseñado que toda pregunta tiene que tener una respuesta y, el hecho de no hallarla, nos produce auténtico pánico. Quizás no todos los puntos estén preparados para inmolarse, o tal vez ignoran (o deciden ignorar) sus posibilidades y simplemente se resignan, negada la voluntad por ellos mismos, a sucederse unos tras otros y perpetuar así una especie muerta, pues, unos tras otros, matan la voluntad que da sentido a sus vidas. 

Tenemos la posibilidad, capacidad, herramientas y mecanismos para romper con todo, para empezar de cero, para hacer algo bueno... llamémoslo eterno retorno con mejor habitabilidad. Tenemos la voluntad, intrínseca en nosotros, para llevarlo a cabo. Lástima que esa voluntad sea un punto anulado en fila o contra la pared de una línea recta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario