martes, 27 de agosto de 2013

La bestia

Es una bestia colosal. De tamaña fuerza, que no puede ser ni siquiera concebida. Sucia, maloliente, inmunda. Apesta, por mucho que se perfume, y no deja de ser horrible a la vista aunque esconda su desnudez con suaves sedas. Porque siempre va desnuda y aún así, sin artificio de ninguna clase, nadie la reconoce hasta que es demasiado tarde. Puede aparentar ser inocente, un tierno cachorrito escuálido y sarnoso de grandes ojos perdidos en sus cuencas que reclama atención por nimia que sea, pero en realidad, lo que esconden sus cuencas, no es más que odio y dolor. Animal y humano, porque el humano, al fin y al cabo, no deja de ser un animal un poco más sofisticado. Su apariencia humana se desdibuja, grotesca a la vista, el espinazo se dobla hasta alcanzar la postura primigenia, pies y manos parecen ser la misma cosa y los dientes se alargan para no correr el riesgo de dejar escapar a la presa. Amarillos e infectos guardan sin demasiado celo una lengua viperina que olvidó su idioma. Sólo gruñe la profunda garganta, y a pesar de no pertenecer este habla a ninguna civilización conocida, todo el mundo parecer entenderla, a todo el mundo parece convencer.
Y es que, a pesar de la inmundicia de su apariencia, de la repulsión que genera a los cincos sentidos, es una bestia persuasiva, ya sea con esos gruñidos que son sus palabras, o mediante la fuerza que imprimen sus puños que son garras capaces de desgarrar el alma. No hay que subestimarla. Es una bestia que tiene en su haber gran cantidad de artimañas y razones carentes de razón que sin embargo convencen a los más razonables hombres de todas las eras existentes y por existir. Está acostumbrada a masticar la integridad, a maltratar al débil, pues, sádica, eso le divierte más que matarlo de un golpe.

La historia cuenta, pues esta bestia, inmortal, ha vivido todos los siglos desde que el hombre es hombre y aún cuando ni siquiera era hombre, que este engendro de la naturaleza habita en oscuras, húmedas y profundas cuevas. Son tan hondas y oscuras que no hay en ellas ningún ser vivo, ni siquiera plantas, pues la luz del sol queda demasiado arriba para poder sustentarlas. ¿De qué se alimenta? Sale a cazar, cuando el hambre la tortura o por simple gula, y no utiliza para ello arma alguna, tan solo necesita para perpetuarse la debilidad de sus presas, aunque a veces, por diversión, persigue hasta la extenuación a víctimas fuertes que, ante su persistencia o la persuasión de su discurso, caen doblegadas a su merced. Es con estas presas con las que más disfruta, pues su victoria es mayor, por ser más costosa, y la derrota del enemigo más grande, por ser este más fuerte. Hay veces que se contenta con matar y alimentarse, otras, se divierte descuartizando a su indefensa presa, comiendo parte a parte los miembros de su cuerpo, masticando hasta el túetano de los huesos. Pero su pasatiempo preferido es manipular, sí, manipula a sus víctimas, les ofrece seguir con vida a cambio de que le proporcionen otras con las que pasar el rato. Y así, el dolor y el odio que genera, se va perpetuando, sin dejar de alimentarle. 
Todo esto le divierte, se siente superior, ya dije que era una bestia colosal. Hay hombres que se han enfrentado a ella, han intentado cazarla, sin éxito; encadenarla, fracasaron; doblegarla, cayeron a sus pies; persuadirla, fueron aniquilados. Todos y cada uno de ellos malograron en sus intentos, sus voluntades fueron aplastadas, ya fuera por su retórica endiablada, por la violencia de sus últimos recursos o incluso por la fidelidad de sus siervos. Da igual cuánta fuera su integridad o sus buenas intenciones, cuán fuerte fuera su voluntad, sus deseos o convicciones... la bestia no entiende otro idioma que no sea el del odio, el del sometimiento y el de la fuerza

Capaz de ver más allá de las apariencias, los más oscuros deseos de quien a ella se acerca se muestran cristalinos ante sus ojos, expuestos como trofeos en sus vitrinas. Manipula la voluntad humana a su antojo, haciendo de ella burdo pelele, marioneta entre sus sucias garras, cuyos hilos son los deseos más perniciosos, dañinos e inconfesables que pueda encerrar el alma. Titiritero que deja a su paso montañas de cadáveres, parajes desolados, ciudades derruidas, ríos ensangrentados y campos abonados con el sudor, la sangre y la dignidad de las miles de víctimas que se suceden desde el inicio de los tiempos. Titiritero sin reparos, sin moral ni juicio. Una bestia de sombra humana que no detiene ninguna cadena ni aprisiona ninguna celda, que no atiende a ninguna razón, que no persuade ningún discurso, que no entiende de edades ni razas ni sexo... una bestia que el hombre jamás ha sido capaz de cazar, la única bestia que es capaz de destruir al propio hombre, desde dentro, como los gusanos que corrompen la manzana. Se llama Poder, bestia colosal que nadie ha conseguido domar. 


1 comentario:

  1. Uff hacia mucho que no pasaba por aqui, y lo que me he estado perdiendo...

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