viernes, 10 de junio de 2011

Parte: XIX. Síntesis



Recorrieron los bares más oscuros, pasearon por los lugares más sórdidos y se encontraron a sí mismos adormilados en el lodo de la incoherencia. Vivían únicamente para experimentar, experimentar consigo mismos en diferentes situaciones, explotar al máximo sus sentidos y sus sensaciones, sus emociones para luego plasmarlas en arte, escrito, musical o a través de los colores o, mejor dicho, de la ausencia de ellos.

Su vida se había convertido en una vorágine autodestructiva y pasional que los subyugaba a sus instintos e impulsos, al aquí y ahora… su vida solo servía para ser analizada después de cada acontecimiento y plasmada en algo, lo que fuera, que perviviera de formas más fiel que el recuerdo, que a menudo nos engaña con escenas añadidas y tomas falsas.

Su cuerpo era algo similar a una cobaya y el espacio, el tiempo, las situaciones y las personas tan solo eran los diferentes factores que iban variando en el experimento… aquellas variables que eran necesarias en todo análisis que se precie.


Sus mentes tan solo ansiaban el conocimiento, el conocimiento intrínseco de la vida, ese conocimiento que asustaba a la sociedad y que la propia sociedad ocultaba por apolítico, poco ortodoxo y peligroso ¿Qué pasaría si todas las personas del jodido mundo se subyugaran a sus instintos más básicos? ¿Qué pasaría si todas las personas se guiasen por corazonadas, instintos, apetencias e impulsos? ¿Qué pasaría si lo irracional fuera lo aceptado y lo racional tan solo una mosca cojonera detrás de la oreja?


Sus mentes no habían nacido para ser presas de un sistema, ni de unas normas cívicas ni mucho menos morales; sus mentes eran demasiado libres como para atenerse a una rutina, a un horario; sus mentes eran demasiado curiosas para conformarse con la realidad establecida y demasiado revolucionarias, libertarias y tocapelotas para aceptar todo lo que les decían.

Ellos habían nacido para eso, para demostrar al mundo que lo racional es tan fútil como el impulso pero que sin embargo, el resultado de este, era mucho más pleno y permanecía mucho más en nuestro interior que todos esos pensamientos racionales limitados a normas, leyes, números, deberes y responsabilidades.



El ser humano era demasiado grandioso para limitarse de tal forma, el ser humano necesitaba esa libertad la cual, día a día, moda tras moda, ley tras ley, innovación tras innovación, le estaba siendo arrebatada, esa libertad que el conformismo estaba transformando en una verdadera utopía.


La libertad primitiva de crear por crear, no conforme a un fin; de vivir para vivir, no para morir en vida… el ser humano tenía la necesidad de volver a sus orígenes, de olvidarse de las modas que los alienaban, de la política que los adoctrinaba en el conformismo, de la religión que los consuela hipócritamente, del arte que no es arte… solo una basura estereotipada y motivada por el dinero, el arte ya no reflejaba al ser humano más bien era el burdo amparo intelectual y oxigenado de lo que se había convertido el ser humano, dinero, simpleza, alienación.


Ellos quería resucitar el arte y con ello demostrar al mundo que, al menos en sus cuerpos experimentales, el espíritu del ser humano seguía vivo, que su arte reflejaba su alma, como el retrato de Dorian Gray sus pecados, que sus motivaciones no eran el dinero, la fama o las influencias, sino el arte por el arte, la vida por la vida… ellos demostrarían al mundo que el hombre irracional seguía vivo.

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