viernes, 7 de enero de 2011

Como realmente quiero escribir


Cuando escribes únicamente tu eres dueño de la situación, del mundo que imaginas, del tiempo y los límites. Tú pones las reglas o las ignoras cuando te conviene, solamente tú eres el Dios de ese pequeño universo. Ese universo en el que cada vocablo es algo tuyo, tan tuyo como lo son tus entrañas, cada frase, cada párrafo contiene un ADN identificativo en el que los sentimientos, emociones, ideales y creencias forman una sopa de contenidos que siempre estarán ahí, en esas frases, en esos párrafos.
Cuando escribes viertes tus preocupaciones e inquietudes en el papel como si de de un manantial llenando un cántaro se tratara y, al igual que cosas fastidiosas, también viertes en ese cántaro tus alegrías y tus satisfacciones, aunque estas menos y más predecibles, menos artísticas en mi opinión pero que sin embargo alegran el alma. La tristeza y la desolación, la ira, el odio, la frustración son las que verdaderamente estimulan la creación de algo medianamente decente ¿Pero qué es lo decente? ¿Cómo escribir algo decente si yo soy de todo menos decente?


Y es cierto, vivo frustrada, pues para mí no es arte algo que de mi puño salga… hay veces que atisbo la perfección de lejos, pero pasa corriendo y ni se para a saludarme. Es complicado, lo sé, y más para alguien como yo, cuya mente es un desván desorganizado, polvoriento y oscuro, cuyos sentidos le muestran un mundo delirante y su pensamiento es un filtro demasiado poderoso que no deja escapar un solo error por perfeccionista y caprichoso. No tengo capacidad para todo, solo para algo, un algo ínfimo. Soy capaz de ver la belleza, soy capaz de buscar palabras para describirla y tal vez vosotros con ellas logréis entender lo que quiero decir, pero nunca contemplareis esa belleza como yo lo hago. Para mí el verdadero artista no es así, el verdadero artista se expresa perfectamente pero nadie lo entiende, en mi caso ni una cosa ni la otra, pues siempre me faltan palabras a la hora de describir lo que mi mente demora en ese baúl allí arriba envuelto en sombras.

Aunque quizás estoy siendo demasiado autocrítica, capacidad no me falta, tal vez fluidez y el contexto adecuado; pues son las situaciones límite, las situaciones consideradas “malas”, las épocas de inestabilidad emocional, las que hacen florecer en mí mis mejores escritos. Yo soy así después de todo, así pues mis escritos no pueden ser de otra forma. Tienen que ser pérfidos, dolorosos, iracundos, rabiosos, egoístas, tristes y solitarios, frustrados y delirantes, caóticos y oscuros pero bellos… porque sí, mi ser aunque “pérfido” “inestable” “caótico” y “oscuro” es bello… ¿O acaso solo es bella la felicidad, el amor y las moñerías? Macbeth en su ambición y su codicia era bello, tan bello como Romeo y Julieta en su amor sin límites, así de bellos son mis textos oscuros que son los que más se acercan a lo que, después de todo, es mi verdadera esencia.

Quizás mi fallo no esté en la forma o el contenido, quizás mi fallo esté en que aún no me comprendo a mí misma o quizás esté en que me repudio y solo dejo de hacerlo cuando mi verdadera naturaleza sale a la luz, es entonces cuando escribo como realmente quiero escribir.



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