martes, 19 de julio de 2011

Bendita soledad



Soledad. Esa palabra que en exceso deprime, en su defecto estresa y en el justo medio se saborea como el mejor de los placeres. Como decía Platón, la virtud está en el justo medio.

Llevo casi tres semanas sola en mi casa, y algunos podréis pensar... "¡Qué chollo! puedes hacer lo que quieras, invitar a quien quieras, como si te quieres montar un wateke" y sí... ¡Cierto! hago lo que quiero, invito a quien quiero y hago watekes pero eso no es lo mejor de todo.

El silencio... gran tesoro. Lo bueno de estar sola es que puedo escuchar mis pensamientos, cuando estoy leyendo, casi parece que lo esté haciendo en voz alta, ahora mismo mientas escribo, parece que estoy haciendo una ponencia ante un público mudo y atento. No hay nadie que pegue voces a mi alrededor, que me saca de quicio, ni que de portazos ni que ponga la televisión alta con sus absurdos programas de telemierda.

A parte del silencio, el olor... la casa solo huele a mí. La falta de conversaciones banales y estúpidas sobre el tiempo, qué tal te ha ido el día, qué ponen en la caja tonta. No discutir por tonterías como si no me has pedido el agua por favor, hoy te tocaba poner la mesa o friega el cuarto de baño cuando te acabes de duchar...

La soledad no es solo hacer lo que tú quieras y cuando tú quieras que sí está muy bien... para mí la soledad es disfrutar de uno mismo, comportándome como realmente soy, no como en cierta manera me impone la "convivencia".

Odio la convivencia, el ruido por la mañana temprano, las discusiones por tonterías las voces por más tonterías aún, los portazos, el ruido de la tele, el tener que hablar simplemente aunque no te apetezca...

Este periodo de tiempo la verdad es que me está sirviendo para oxigenarme, para sacar todos los malos rollos que había en mí, para mirar a las personas con otra cara, para reciclarme a mí misma y cultivarme en lo que me gusta además de valorar ciertas cosas que antes no valoraba y no estoy hablando de que mamá me haga la comida sino, por ejemplo, por las mañanas ser amable en el autobús, dar los buenos días y simplemente estar de mejor humor, porque nada te turba ni nadie te molesta.

Ahora la verdad que, al estar tanto tiempo sola, me cuesta acostumbrarme a estar rodeada de gente, pues me saca de quicio que turben mi tranquilidad y mi silencio. Ahora el mundo me parece mucho más ruidoso y molesto que nunca.

Definitivamente, quiero seguir viviendo sola en mi islita de independencia, qué bohemio ¿No?

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