miércoles, 27 de julio de 2011

Parte: XXII. Viajando a Plutón


Lo único seguro en su vida es que iba a morir. Poco a poco los pilares de su existencia se habían ido derrumbando, a medida que se daba cuenta de que el mundo era una absoluta farsa de mal gusto, manejada por titiriteros y protagonizada por muñecos de trapo, cada vez más podridos y cada vez más prescindibles. Por eso llevaba la vida que llevaba de total escepticismo, frustrada pero a la vez exprimiendo al máximo cada instante, cultivándose como persona y no como instrumento y con un único fin… quemar como fuera y estuviera a su alcance aquel teatro, a lo Tarantino en "Malditos Bastardos".


A través de la literatura que estudiaba, podría integrarse en el sistema como una más, para destruirlo por dentro como un pequeño y lento cáncer tanto como fuera capaz, al menos algún alumno aprendería algo de ella o mantenía esa esperanza, tal vez llegase demasiado tarde y aquellos niños o adolescentes ya tuvieran demasiadas ideas equivocadas pero arraigadas en sus tiernas mentes, todo fruto de la televisión y la influencia del consumo y el bienestar, claro está… pero a ella le daba igual, mejor eso que estar sentada resignándose.


Con eso, más su acción literaria no altruista tenía la esperanza de algo, si le añadimos la música y su actividad revolucionaria (en todos los berenjenales estaba metida) el mínimo éxito estaba asegurado. No era como Ades, que se limitaba a la vida contemplativa, esperando que las cosas cambiaran por acción infusa, esperando que se cumpliera lo que dijo Marx en su día, o a que el sistema cayera por su propio peso.


Ella no creía en eso, no creía en el sistema, no creía en la política existente, ni en el comunismo ni mucho menos en el capitalismo, el sistema político justo aún estaba por inventar, es más, el sistema político justo, era aquel que no existía.

Ella era como una pequeña pero molesta abeja que aguijoneaba y daba donde dolía. Pero eso no significaba que a veces no le pudiera el desánimo, la apatía y la indiferencia, que a veces no creyera que era demasiado tarde y que ya nada podía hacer, que habían ganado… ellos movían los hilos y ella vivía en ese teatrillo endeble que habían construido.

Por más que quisiera, estaba rodeada de su decorado y no podía escapar, estaba sujeta a sus leyes, normas estúpidas… y a veces le tocaba agachar la cabeza cual perrito manso y guardar el escozor del arañazo para quizás cobrárselo en un futuro.

Por eso quizás esa noche, por ese sentido de frustración con el que había salido de la consulta del psicólogo se colocó tantísimo, por eso y porque veía que sí que tenía un fin en la vida, aunque ese fuera acabar con todo, que vivía en ese asqueroso teatrillo de guiñol como una más que, el psicólogo no andaba tan desencaminado: “¿Eres consciente de que eres una más?”… esa pregunta no tan retórica le quemaba la sesera, a pesar de la droga que la embotaba y la hacía volar hacia la nada más absoluta.

-¿Qué haces aquí Ares? No te he escuchado entrar…


-No me has esperado… empiezas la fiesta tú sola.

-Aún estás a tiempo… aún no he conseguido llegar a Plutón –rió, una risa nerviosa y sin fuerzas, de esa que te da cuando la droga te inmoviliza y hace tus movimientos tan pesados como el plomo.

-¿Qué esperas conseguir con esto? –sus ojos grises y tristes la miraban con aún más tristeza.

-Sabes lo que espero… escapar de todo.

-¿Incluso de mi?

-¿Y de mí? –preguntó una voz, se oía lejana, desde la puerta del habitáculo, no tenía fuerzas para enfocar la vista, pero sabía que era ella.

-Helena ¿Cuándo has llegado?

-Nunca me he ido.

-No entiendo nada…

-¿Qué haces? –preguntó desde la puerta, acercándose, los ojos de Ades seguían clavados en ella y lloraban.

-Volar…

-Pero yo quiero que estés aquí –sollozó.

-No… yo quiero alejarme ¡Dejadme en paz! ¡Iros de aquí! ¡No quiero veros! ¡No intentéis retenerme! Tan solo quiero volar…
-Quédate –esos ojos nunca habían estado tan tristes, ni tan cristalinos, en cierta manera le conmovieron, sería una buena imagen para plasmar en un lienzo… no quería que su mente emponzoñara también esos ojos.

-No puedo…

-Quédate…

-Lo siento…

-Solo te disculpas cuando estás medio muerta, colocada o medio borracha, que viene a ser lo mismo.

Abrió los ojos con pesadez… se sentía mareada, le costaba mantenerse despierta, Morfeo la llamaba con demasiada insistencia y los planetas giraban en su cabeza con una turbulencia brutal que la absorbía, que la abducían… y vio que estaba sola… había tardado demasiado en su viaje a Plutón y ellos se habían esfumado, lloró porque no la habían esperado.

-He nacido para morir… por eso no pido más disculpas.

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