domingo, 23 de octubre de 2011

Descontento infundado


Las diminutas luces de la ciudad iluminan el horizonte cual luciérnagas el campo, el casco antiguo se erige soberbio tras el paso de los años y el silbar de los vientos. Mi mente, borracha del fuerte licor del descontento, divaga sin remedio entre los límites de la incoherencia y el ferviente deseo.

Aquellas murallas aún hoy seguían conteniendo a la masa, esa masa hastiada de su existencia, vacía, inocua, carente de sentido y fundamento. Las intrincadas calles se retuercen sobre sí mismas, como se retuercen aquellas almas torturadas por la carga del pecado inexistente. Las campanas de las iglesias tañen su triste lamento, como tristes son las conversaciones de aquellos que se creen rebosantes de dicha. El piso empedrado une pequeñas porciones hasta conformar la unidad que es el suelo que, una vez pisado, olvidamos que son individualidades de muchos fragmentos.

El cielo que vio nacer aquel viejo casco, es el mismo que nos ve degenerarnos, igual de azul, quizás menos insano. Hoy, anestesiados de bienestar como estamos, no amamos por amar sino que estamos por estar.

Ansiábamos el progreso y ahora que lo poseemos, lo acaparamos. El pasado nos dejó legados, nosotros sólo dejaremos olvido.

2 comentarios:

  1. ooh,meencanta el texto^^
    muy bonito igual que tu blog jejej
    te sigo vale?^^
    http://marina-hernando.blogspot.com/

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  2. http://liveyourdreamss.blogspot.com/

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