lunes, 16 de mayo de 2011

Ironías e incoherencias




El cuerpo es un autómata, él trasmie las órdenes de la mente como si se trataran de simples códigos sin importancia, solo vanos números que pretenden encerrar la nada en más nada. Es entonces cuando dejas que la inspiración salga a borbotones de tu alma y se quede para siempre en más códigos, ceros y unos… que pretenden encerrar la nada, en más nada.

Ironías de la vida, la vida es una gran y jodida ironía. Un día estás arriba y sientes que puedes hacer todo lo que te plazca sin que nadie te pida explicaciones pero ¡Oh si! Sí que te las piden… las cicatrices con sal nunca curaron bien, pero joder cómo escuecen. Otros días, estás hundida en el más asqueroso, pegajoso y viscoso fango y por más que levantas las piernas para andar… tan solo te hundes más en tu propia miseria.

Porque la vida también es incoherente... aunque seas tu propia dueña, hay una parte de ti que no lo es; es justo esa parte la que te hunde en el fango como si de una mano de acero se tratara, un garfio que te araña y te deja marcas, para que nunca olvides que te empujó hasta el fondo, para luego volverte a sacar, he ahí la incoherencia, ¿Por qué si te empeñas en destruirme luego me rescatas de mí misma?

Pero ese halito de vida es como el efecto de una droga: muy intenso pero breve. Resurges de tus cenizas y luego te las esnifas, sí… supongo que así es la vida.


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