Al otro lado de la ventana el paisaje se muestra colorido, mas las flores de las macetas esperan marchitas el tacto de la vida. Muertas en perpetua noche. El eclipse persiste y en esta marea de luz, intensidad y calor se desdibujan mis piernas, se turban mis ojos y mis manos son abrasadas. El mundo entonces se sume en una oscuridad desconocida aunque atisbada, las leyes de la física hace mucho que dejaron de tener sentido y el suelo, está tan cerca del firmamento, que el halo de la luna a pinceladas dibuja mi sendero.
Un sendero que se diluye en tu cuerpo, en las perfectas formas geométricas de nuestro encuentro...
El eclipse eclipsa al miedo.
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