lunes, 9 de enero de 2012

Impotencia


El eco de las dunas en las que te pierdes me devuelve esas palabras que nunca me atreví a decir. En tu caminar pausado, ese que no conoce ya descanso, con el cigarro en la mano y el humo abrazando a las estrellas, el bello paisaje se adueña de tu retina y volatiliza aquella imagen mía que pudieras atesorar.

No corro detrás de ti porque ya estás muy lejos, en realidad, siempre has estado lejos... la cercanía era una ilusión provocada por la sed, la sed de esa ambrosía que nunca debí probar. Simplemente te veo marchar, con las palabras cosidas a mis labios...  torturándome cada noche.

Estrello el whisky en la pared, whisky barato, que el caro se me atraganta... y dejo que la mano escriba sobre cualquier papel todo lo que por mi mente pasa mientras está sumida en la inconsciencia y el desatino de ideas... pero estoy ciega, no veo las letras, no veo el papel, un sol demasiado brillante me abrasó los ojos. 

Y ahora, mirándome en este espejo que parece burlarse de mí, contemplando mi reflejo ahora tan vacío comparado con el tuyo... pido a quien esté al otro lado que no exista ese destino que te ancla al pasado. Pero no me escucha, no me escucha y me ahogo en la impotencia más insoportable que jamás haya vivido... y recito la letanía de palabras que debí susurrarte aquella noche y que no hice por miedo, y te miro entonces a los ojos como debí hacer aquella noche y que no hice... y que no hice porque sentía tanta paz entre tus brazos...

Tu frío quema. 

Y ahora la vida me llama... pero prefiero ahogarme en tus palabras. Y los sueños parecen cumplirse... pero he descubierto que no se corresponden con lo que ahora quiero, en este preciso instante, suspendido en el espacio-tiempo... 

Tu luz ciega.

En qué maldito momento fui tan inconsciente de rozar tu piel, de besar tus labios, de atreverme a mirarte... en qué maldito momento fui realmente tan loca como siempre han dicho, pero que hasta ese instante no ha sido verdad. En qué maldito momento creí que era a mí a quien querías abrazar... 

La dama blanca colorea la arena de fina plata y tus pasos se pierden entre las dunas de ese desierto enorme que a mí me apabulla y a ti te acoge. Espero tener yo también un lugar así, que me dé cobijo cuando lo insustancial, lo insuficiente, lo vano, lo efímero, lo falaz me ahogue...  de momento sigo a las estrellas a ver si me orientan... tal vez el espacio-tiempo nos vuelva a juntar y esta vez... esta vez sí que me atreva a decirte que me has eclipsado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario