viernes, 27 de enero de 2012

Noche de vampiros



El beso se desvanece como la posibilidad, cual sueño al rozarle la aurora. Ese gallo entrometido al que cortarías la garganta sin miramientos. Esos azules celestes, rosáceos y anaranjados que tiñen el cielo, antes mortecino, frío, y en su negrura acogedor. Ese despertar tan temido que te enfrenta a la realidad, compañera dialéctica de los sueños, a los que siempre vence el mañana. 


Qué melodía tan dulce, la del trinar de los pájaros con los primeros rayos de luz. Qué paleta de colores, la que tiñe el mundo, el pintor sería dichoso. Qué de aromas que riegan la mañana, si abres la ventana para que el vientecillo matutino remueva el aire viciado del dormitorio. 


Qué horrible.


Noche. Tiempo de vampiros, de búhos y pecados. La noche, que con su oscuridad ampara al asesino, al poeta... noche, que con sus lágrimas ilumina el cielo... noche, mortecinos abrazos cubren su cuerpo, siegan sus pensamientos... 


Acaricias tu piel del mismo modo que minutos antes acariciabas fríos versos y cierras los ojos e imaginas que el pecado es cierto... que tu piel suave la recorren sus dedos. El lobo aúlla en el monte, un cervatillo cruza la calzada, la lechuza aletea en la ventana, pesadas alas de ligeras plumas. El grillo duerme, la hormiga trabaja. Los poemas se despilfarran.


Y sigues recorriendo tu cuerpo, no sabes si tus ojos están cerrados o abiertos, la oscuridad te confunde; no sabes si sueñas o divagas, si está entre tus sábanas. El pintor sombrea la sierra, árboles de petróleo, unas bestias que son ceniza, brea burbujeante la pedrera en la ladera.


El vampiro te visita, y convierte su mordisco en el orgasmo que perseguías... al beber tu sangre escarlata te pregunta si quieres vivir para siempre en la noche que tanto amas.


-Así este sueño sería para siempre.


+Inmortal.


-Nunca perecería con el alba.


+Una eterna luna.


-Sería mío.


+Sólo tuyo...


Bebí rubíes de su boca, me torné tan bella como la noche... recorrí la ciudad envuelta en sombras, las lágrimas no alumbraban mi penumbra, me colé por su ventana y lo vi dormir... tan bello sin aún haberle mordido.


Tan bello.


Me acerqué a su cuello, azahar, jazmín... su aliento era fresco, su piel hervía... las venas latían con lentitud, sosegadamente... el aroma de la vida era demasiado palpitante. 


+¿No me vas a morder? -murmuró, y sus ojos se abrieron lentamente, me deslumbraron el brillo de sus gemas.


-No...


+¿Por qué?


-Tu tristeza sería inmortal.


Gracias a la aurora, me cortó la garganta el gallo.

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