martes, 12 de abril de 2011

Parte: XIII. Pariendo una canción

Estaba sola en el local de ensayo. En realidad no sé por qué lo llamaban así si en realidad era una nave del padre de Irún de la que se tendrían que ir cuando el padre hubiera reunido el dinero suficiente para llenarla de materiales de construcción, esos que ahora no hacían falta por todo esto de la crisis. No entendía al padre de Irún, iba a contracorriente pero siempre le salían las cosas bien o medio bien, en eso el hijo se le parecía.
Rasgaba las cuerdas de la guitarra con rabia, le dolían ya los dedos, si no llevaba más de cuatro horas allí metida no llevaba ninguna.


El amplificador estaba en el volumen medio, pero decidió ponerlo más alto, después de todo, la composición estaba acabada. Era una melodía lenta al principio, que pasaba inadvertida, melodiosa y envolvente pero que se tornaba más y más frenética a cada compás, más violenta, casi violaba al oído y descompasaba el corazón con su ritmo, lo llenaba de angustia y de miedo…

-Sí, sí… ¡Esto es! –murmuraba para sí a la vez que seguía con aquella sucesión apremiante de notas a las que apenas daba a basto para tocar…


Era la guitarra perfecta, sí… sería una gran canción. No sería la típica canción brutal con la que la gente cabeceaba con violencia, se daba de ostias o saltaba sin parar enajenados por el armónico frenesí musical… no, no sería ese tipo de canción… sería la típica canción la cual penetra en tu organismo como un virus y te paraliza, la típica canción que, a pesar de ser rapidísima y por tanto incitar al movimiento sin control, incita a todo lo contrario; incita a escucharla y comprenderla, es demasiado buena para que el movimiento se anteponga a ella… es la típica canción que hay que escuchar y luego tan solo correrse o aplaudir con fuerza, dependiendo de la persona.

-Esa canción se asemeja a un parto –rió Ades. Pero ella no paró, esa canción no podía pararse a mitad sería un crimen. Siguió tocando, rabiosa, furiosa, siguió tocando aquella sucesión casi perfecta…


-Dilataciones lentas pero dolorosas al principio y prisa en la recámara, el niño ya está aquí –iba narrando, ella rasgaba las cuerdas y sonreía…- el niño llega, hay que darse prisa, pero la madre no puede correr, el niño se le sale de entre las piernas, la mujer está sola y la domina la desesperación ¿Cómo va a tener a un bebé sola? Tiene miedo, mucho miedo, el niño está aquí, hay que darse prisa…pone toallas en el suelo y unas tijeras, no las encuentra…


El niño se le sale de entre las piernas… deprisa, deprisa… se tumba, siente mucho dolor, se está abriendo por la mitad, siente como la piel le abrasa al rasgarse, como el bebé empuja sin piedad y la rompe en dos… encuentra las tijeras… y se tumba en las toallas y entonces grita y grita a la vez que aprieta para que aquella bella tortura acabe pronto… es mucho dolor, pero no le importa, le parece bello, es dolor pero le parece bello, tener un hijo es bello.

Aprieta, empuja… siente como la piel se rasga aún más pero ya no le duele, el dolor la ha anestesiado, estira las manos con esfuerzo, el sudor perla su frente y le baña la espalda, está desnuda y sigue siendo bella a pesar de estar sus manos llenas de sangre, su cuerpo de sudor, su pelo cae en mechones compactos que la agobian… y grita y empuja y vuelve a gritar…


Tiene prisa, quiere que todo acabe ya, le duele el abdomen de apretar, no aguanta más con las piernas en alto, siente la cabecita del bebé en sus manos, es cálida y está pringosa, pero no le da asco… tan solo le duele mucho… y vuelve a apretar, a empujar y a gritar, un grito prolongado y desgarrador y luego un llanto de alegría… el niño también llora… el niño también llora… saca fuerza donde no las hay y ve a esa pequeña bolita rosácea en sus manos, llena de sangre y frágil…


Antes apenas tenía fuerza y le dolía y tenía miedo porque estaba sola… estaba pariendo sola… pero ahora eso no importaba. Le cortó el cordón umbilical y abrazó a su bebé y daba igual el calor, y la sangre y los mechones en la cara… no sentía dolor ni tenía que empujar más y le daba igual estar partida en dos… ella tenía a su bolita rosácea, blandita y frágil en sus brazos… ella ahora era feliz, ella ahora no tenía miedo.

-¿Te ha gustado? –reía ella, estaba sudando, menos mal que no llena de sangre ni partiéndose en dos.

-Si… es realmente buena-

-Ya veo ya… te ha masturbado la imaginación.

-Mi imaginación está eternamente masturbada creo yo.

-Pues me has dado una idea para la letra, no digo más. -Estaré deseoso de escucharla

Cortó el cordón umbilical,
Que le unía al mundo virginal;
Era joven, bella
nada más,
Eso no era suficiente,
Eso era deprimente.

Y corrió por el útero abajo
Envuelta en su placenta,
Cálida y líquida,
Venas y vísceras.
Los pulmones se llenaron
De aire abrasador
Y malsano…
Lloró y lloró
El mundo con una ostia
Ya la había maltratado.

La sangre llenaba su cuerpo ajado
No es que fuera vieja,
Es que era el bebé arrugado
De una parturienta.

Cortó el cordón umbilical,
Que le unía al mundo virginal;
Era joven, bella
nada más,
Eso no era suficiente,
Eso era deprimente…

Y sola y sola estaría
Y volvería a estar.
Como metida en la barriga,
Al menos allí había bienestar.

Y sola y sola estaría
y volvería a estar…

y sola y sola estaría
y volvería a estar…

Un día, otro más.
Y sola y sola estaría
y volvería a estar…
quiero romper mi cordón umbilical.
La cantó y su voz destrozó el micro, Glam Getal a la instrumental y a la voz y grunge a la lírica, era por ello que triunfaban, por ello y por su puesta en escena por su estética y, por qué no decirlo, porque estaba buena.


Ades se puso cachondo al verla tocar, siempre lo hacía, su voz aguda al cantar, melodiosa, perfecta, ni una nota de más ni una nota de menos, siempre en su justa medida, alargando hasta el imposible esas notas casi inhumanas que ella inventaba, sosteniendo hasta lo imposible esos acordes violentos, manteniendo el frenesí de la letra y de las cuerdas, respetando la poética de la lírica y su belleza… sí… siempre que la veía cantar y tocar se ponía cachondo… intentó disimular su erección metiéndose las manos en los bolsillos.

-¿Te gusta?

-Sí… es desgarradora.

-¿Tienes saldo? Hay que llamar a estos.


Así era ella, nunca o rara vez tenía saldo y, cuando la inspiración llamaba a su puerta, todo el mundo tenía que dejar lo que estuviera haciendo y acudir, era norma implícita en el compromiso con el grupo, los artistas son así de caprichosos.

-No la entenderán –afirmó él con tristeza.

-No, no lo harán… pero tampoco contaba con ello.

Sí… así eran los artistas, no se los comprendía, al menos no hasta que estuvieran muertos.

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