domingo, 3 de abril de 2011

Parte: XII. Sola

Ahora estaban en su casa, habían andado sin rumbo fijo por la ciudad y sus pasos los habían dirigido a su habitáculo, a veces pasaba así, pero nunca el camino había sido tan silencioso. Ellos más que por palabras se comunicaban por silencios, ella sabía interpretarlos como si de un lenguaje se tratara, él era de pocas palabras y ella de muchas y apresuradas cuando se ponía nerviosa. Este no era el caso, los dos andaban juntos pero cada uno sumergido de lleno en su burbuja, en su pequeño y diminuto universo que a veces les parecía tan grande.

Una vez dentro de casa ella hizo la cena, unas tortillas francesas, tampoco hacía falta esmerarse mucho, comieron en la cocina, no hablaron de nada en particular, un poco del grupo, otro poco de la fiesta de la noche anterior… querían evitar el tema.


Él lavó los platos, raramente lo hacía, de hecho en su piso la encimera no se veía por la cantidad de platos sucios que se apilaban en ella. Era una muestra más de que sabía que algo no iba bien o quizás tan solo lo hacía para relajarse, su madre tenía esa costumbre.


-¿Qué hacías allí?


-le preguntó a bocajarro nada más que entró en la habitación-salón.

-Helena me dijo que te había visto algo triste y supuse que estarías allí.

-Necesitaba estar sola eso es todo –así pretendía zanjar la conversación pero no fue así.

-¿De qué tienes tanto miedo Manish? ¿Por qué no permites que nadie se acerque a ti?

-El miedo es tan irracional como no tenerlo y no permito que nadie se acerque a mí porque solo yo puedo hacerlo ¿Contento?

-¿Tienes que tener respuestas para todo? ¿No te cansas de tener respuestas para todo?


A ella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero fue solo un instante, él no las vio pues tenía la mirada baja, estaba triste o decepcionado, quién sabe… sus silencios eran cristalinos, sus palabras también pero él no, él era como un mar turbio o quizás fuera ella.


-¿Por qué no confías en mí? –preguntó dolido.

-Sí que confío en ti –mintió, ella no confiaba en nadie, siquiera en sí misma… bueno sí en ella misma sí, era lo único seguro en su vida, después de todo ella a ella misma no se traicionaría ¿No?

-No, no lo haces, te veo mal y… no me cuentas lo que te pasa…

-¿Ahora me vas a decir que te preocupo?


La severa mirada que le echó lo dijo todo, ella sabía que había metido la pata, pero en vez de dar marcha atrás, siguió delante de la peor manera, pagó con él todo lo que llevaba dentro.


-Sabes que me preocupo Manish.

-¿Desde cuándo? A ti lo único que te preocupa es no quedarte sin follar una semana o que ensayemos canciones en tu piso y nos riamos un rato para distraernos, lo único que te preocupan son tus movidas, igual que a mí las mías, igual que a todos. No seas hipócrita.

-¿De verdad piensas eso? –en absoluto estaba alterado, él nunca se alteraba, nunca perdía los papeles, se limitó a levantarse con suma lentitud, como para que a ella le doliese más y a coger la chupa- Manish te he hecho una pregunta ¿De verdad piensas eso? –repitió como si no le hubiera escuchado.


Ella pensó en retractarse, pero no lo hizo, le pudo el orgullo y el enfado que tenía con el mundo que, en cierto modo, lo pagó con él, con la única persona con la que no tenía que pagarlo.

-Sí, lo pienso.

-Pues entonces no hay más que hablar.


Se dirigió con paso firme hacia la puerta, ella se mordió el labio, siempre lo hacía cuando cometía un error, su interior era ilegible pero no por falta de muestras externas precisamente.


Dejó que saliera de la habitación… se le humedecieron los ojos cuando escuchó abrirse la puerta de la entrada y dudó durante solo un instante… pero corrió hacia él y lo detuvo justo cuando iba a cerrar la puerta, lo agarró de la mano y lo entró casi con violencia en la casa y lo besó con aún más violencia, rabiosa consigo misma, con dañar a la única persona a la que parecía importarle por alguna extraña razón…


Hicieron el amor de forma tranquila, algo realmente raro en ellos, a ritmo de Skid Row, predominaron las caricias donde antes solo había brutales penetraciones, los besos donde antes había sensuales mordiscos…


-Me sentía sola… -le confesó al oído olvidando que ya lo había hecho en el jardincillo, cuando pensó que él no la prestaba atención. Enterró0 su cara en su pelo, para que no la viera, no se le daba bien decir lo que sentía.

-Lo sé… -suspiró y la abrazó fuerte, ella lloró y las lágrimas se perdieron en la negrura de su pelo lacio.


Los dos se sentían solos, los dos siempre estaban solos, incluso cuando estaban juntos estaban perdidos en su eterna soledad, pero era un consuelo el calor, y los abrazos, aunque odiasen los abrazos.


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