jueves, 2 de diciembre de 2010

Armadura de acero


Procuro evocarte
en textos que pretenden ser arte,
lo único que hago es invertir tiempo en vacío
y despojarme de lo que es mío.

Adaptar metáforas a los versos
que quedan inocuos y carentes de sentido,
se fundamentan en besos perdidos,
que perdí cuando creía
que te perdería.

Diálogos soñados
de palabras que nunca me atrevo a decirte.
Ora miedo, ora reparo,
no se me da bien enfrentarme al fracaso.
Me enfundo en metal
cual armadura de la Edad Media;
pero tan vacío como ella,
está el corazón falto de valor
que se refugia en su abrazo protector.
Un abrazo que me acoge,
pero me aleja de la esencia de las cosas;
todo se ve difuminado por la visera,
un mundo en pedazos tras ella.
No soy la valiente guerrera
que se enfrenta a la batalla
con la única compañía de su espada,
una coraza de cuero endurecido y una malla.
Me resguardo en el frío metal,
posponiendo el dolor,
que penetrará al final,
con la fuerza de un mandoble,
estrellándose contra el pecho,
estallando el cuerpo,
en sangre, vísceras y misterio.

El misterio de la muerte
que adentrada en la batalla
veía de lejos;
huyendo de ella
temerosa del miedo.

El acero al final se quiebra
y el alma se muestra desnuda
ante la espada
que la siega,
como se siega el trigo
a finales de primavera.

Entonces el alma sufre
todo el dolor
que la armadura resguardó;
el dolor de la batalla,
el dolor de la herida,
el dolor de la pérdida,
del fracaso y mis mentiras...
Las mentiras de creer ser de metal,
lucir orgullosa mi estandarte ,
cuando mi única armadura,
es de frágil cristal;
revelador de las miserias
que transparenta sin piedad.







No hay comentarios:

Publicar un comentario