lunes, 28 de marzo de 2011

Parte: X. Otra vez sola


Al día siguiente el cansancio era monumental. Se levantó casi a las 5 de la tarde, habiéndose dormido por fin rondando las diez. Eran pocas horas, por lo que estaba molida. No tenía resaca, ella de eso no usaba, su cuerpo estaba acostumbrado. Helena dormía junto a ella, seguía desnuda al igual que ella. Los chavales se habían ido poco después de terminar, tenían que coger un autobús de regreso a sus pueblos a las doce de la mañana. Gran putada, pues ellos sí que estaba resacosos, fatigados y destrozados.

Se levantó sigilosamente para no despertar a su amiga, o lo que quiera que fuera y se dirigió directamente a la ducha. Tenían una de estas duchas de hidromasajes que le “arregló” un poco el cuerpo. El pelo le olía a humo y a alcohol, la tripas le rugían de hambre e incluso se sentía mareada, lo único que había entrado en su cuerpo desde las diez de la noche del día anterior había sido alcohol, patatas fritas y drogas a mansalva. Con razón se quejaba su bonito cuerpo, desde luego qué mal lo trataba y él qué bien se portaba, sin rechistar, o casi.

Así pues no le hizo esperar y se preparó un café, dos tostadas y se fue comiendo mientras una dulcísima magdalena. El café caliente le acabó de entonar el cuerpo, incluso se quedó una rato más leyendo pues tenía la costumbre de leer mientras desayunaba. Esta vez estaba disfrutando de una novela de Saramago, su escritor preferido, un gran hombre sin duda; la novela se llamaba “Caín” y era un verdadero punto, amaba las ironías disfrazadas de Saramago y más cuando tenían por objeto una crítica a la religión y a su queridísimo y todopoderoso dios que, sin embargo si no había censurado la afilada pluma de tan magnífico escritor, tan poderoso no sería ¿No?

-¿Te apetece leer ahora? –gruñó Helena desde la puerta, seguía desnuda.

-Si no desayuno leyendo no soy persona –le sonrió ella. -Lo que tú digas… -restó importancia a la conversación con un gesto desgarbado- yo me voy a la ducha, a ver si se me quita este dolor de cabeza.

-¿Te preparo algo?

-No… ya lo hago yo después.

Aún así cerró el libro y le preparó un buen desayuno, después de todo era su amiga ¿No? Rió al recordar la noche anterior, sí… había sido realmente buena. Había echado de menos las juergas así, juergas sin control, desfase total, alcohol, sexo, rock and roll, drogas y luego… solo dormir y plenitud.

Plenitud porque no pensaba en nada, porque nada le importaba y solo era capaz de recordar las satisfacciones de su cuerpo, sin acordarse siquiera de su sombría mente y sus eternas dudas. Sonrió… sí la noche acabó bien y sonrió de nuevo al ver la decepción en el rostro de los chicos cuando les pidieron a Helena y a ella que se liaran entre sí… “todo en esta vida no se puede tener” les había replicado Helena, ella había reído aunque, viendo lo a gusto que se sentía tampoco le hubiese importado demasiado.

-Mira que te he dicho que no me hicieras nada ¡Estás tonta! –Le dio un beso en la mejilla en forma de agradecimiento a la vez que extendía la mano para coger una tostada- ¡No sabes el hambre que puedo tener!

-¿Te ha llamado tu padre?

-¿Mi padre? Seguro que ni se ha dado cuenta de que no dormí en casa –se lamentó con amargura.

-Pff… van a su bola, luego dicen que nosotros.

Estuvieron hablando largo y tendido de sus cosas. Helena estaba haciendo un módulo de estética y también vendía cuadros que ella misma pintaba. Sabía tocar el bajo y le habían hecho ofertas para tocar en grupos pero ella siempre las declinaba, incluso la que le brindó ella. Decía que era un alma libre, que ella no podía estar sujeta a un grupo, sujeta a tantas personas.

-¿Quieres que veamos una película? –preguntó con alegría.

Ella disfrutaba de la soledad pero había veces que se sentía demasiado sola o que buscaba compañía para distraerse y salir un poco de su agobiante mundo. Por eso en parte quería retenerla allí, no quería volver a su caja de cristal tan pronto, quería “no pensar” durante unos instantes más.

-No puedo querida –declinó ella, levantándose y lavando la taza del café que había usado- tendré que volver a casa y tengo que acabar un encargo que me hicieron.

-Bueno, como quieras… -fingió que no le importaba- si yo también tengo que hacer un trabajo de la universidad así es que… estaré ocupada.

Estuvo acompañada lo que tardó Helena en recoger sus cosas y salir por la puerta. Se puso a recoger la habitación escuchando una lista de reproducción formada por Scorpions casi en exclusiva lo que delataba su estado de ánimo decaído. Siempre era así cuando pasaba una noche de esas… que se sentía bien en ese momento pero que, luego, cuando volvía a estar sola, se daba cuenta de la futilidad de las cosas. Se puso a escribir, al menos así no se sentía tan sumamente vacía.

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