miércoles, 20 de octubre de 2010

Escapar...

-Hoy puedo escaparme.
-¿Si? podríamos quedar y pasar la noche juntos.
-Por eso te lo digo -sonrió ella acariciándole la mejilla- mi madre trabaja, mi hermano está de viaje y mi padre no se entera, puede caer una bomba al lado y no se despierta.
Era por la noche, de madrugada concretamente, se vestía a oscuras, se peinaba a oscuras, se pintó los labios a oscuras. Salió a hurtadillas de su habitación, rezó a quien no creía para que no sonara el parquet al andar; bajó las escaleras pasito a pasito de puntillas hasta la planta baja; cogió las llaves y el mando de la puerta del garaje, salió por el sótano. De nuevo comenzó a rezar a quien no creía para que a la puerta no le diera por gritar y, cuando estuvo fuera, exhaló todo el aire que había contenido, parecía que no hubiera respirado en todo el proceso solo por no hacer ruido.

Él la esperaba fuera, apoyado en el coche, enredando en el móvil como siempre, levantó la vista al sentir su presencia y sonrió. Ella le correspondió con una sonrisa aún más amplia y le dio un suave beso. Le llenó los labios de rojo y los dos estallaron en sonoras carcajadas rompiendo el silencio de la noche con sus risas, siempre les pasaba lo mismo. Ella le limpió los labios de carmín diciéndole que estaba muy guapo, que le sentaba bien, se le quedó mirando... absorta como estaba en sus rasgos.
-¿ Nos vamos? -preguntó al fin, cuando logró desprenderse del magnetismo de su mirada.
La cogió por la cintura de nuevo y le dio otro beso y otro y otro y otro, sin descanso pero con quietud, disfrutando del recorrido que sus labios le proporcionaban. Luego, por fin, entraron en el coche. Entre arrumacos y caricias la ciudad se extendía infinita ante ellos, la noche finiquitaría en algún momento pero los recuerdos de ella... esos vivirían para siempre, para poder rememorarlos una y otra vez en aquellas noches en las que no era posible escapar, desaparecer en la oscuridad, para refugiarse en sus cálidos brazos.

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