sábado, 26 de marzo de 2011

Parte: IX. Sexo, drogas y rock and roll


La música llenaba su cuerpo, el frenesí de los acordes, de la batería, la fuerza de la voz… todo ello mezclado con su baño de alcohol y su nube de marihuana hacía que verdaderamente su cuerpo se sintiera subyugado al ritmo frenético del heavy metal que sonaba en aquella cueva.

Era una auténtica cueva hecha local por lo que, a pesar del calor de estar en un sitio cerrado y atestado de gente, éste tampoco era asfixiante. Sus amigos seguían el compás de la música con los ojos cerrados y cabeceando, algunos charlaban animadamente, otros bebían sin parar y se daban de ostias y otros se liaban un nuevo canuto para irse al servicio a hacer un submarino. Ella escuchaba la música siguiendo el ritmo, bebiendo su Jack Daniels y hablando con su mejor amiga o algo parecido; los mejores amigos no existían, bueno en realidad lo que no existían eran los amigos:

-No me apetece llegar hoy a mi casa –se lamentaba.
-¿Por qué? creía que estabas con tu padre –dijo ella.
-Sí bueno… pero ya sabes, está con su novia que no caga y paso de soportar el “empachoseo” y las broncas de alguien que no es mi madre.
-Yo no sé cómo la aguantas.
-Mi padre la quiere, lo tengo que respetar ¿No?
-Ya… pero eso no significa que tenga derecho a “educarte”. No es tu madre.
-Ya bueno…
-Quédate en mi piso esta noche si quieres –sonrió- pero solo si me prometes una cosa.
-¿Qué? –rió su amiga soltando el vaso vacío en la barra.
-Que vas a llenar ese jodido vaso de nuevo y que esta noche será una de “nuestras noches”.
-Uy… no te creía hoy con tantas ganas de fiesta querida ¿A qué se debe?
-Me desquicia –contestó con simplicidad.
-¿El qué?
-Que los que no tienen derechos sobre nosotros intenten decirnos lo que tenemos que hacer, lo que está bien y lo que está mal.

Su amiga rió, sí… ella también lo necesitaba, desde luego Manish siempre estaba dispuesta a una buena juerga, de esas que marcaban hitos. Manish se dispuso a rellenar las copas, solo había necesitado una justificación para el desfase… menos mal que había llegado rápido.

Su amiga era muy extrovertida, activa, alegre y una desfasada, igual que ella. También era heavy, lo que había que tener muy en cuenta, sino está claro que no se llevarían tan bien. Era muy guapa, se teñía el pelo de pelirrojo (más rojo que otra cosa), medio liso medio rizado, con flequillo cortado al rape, camisetas grandes y cortadas a un hombro (más o menos como vestía ella también), llamativos cinturones de tachuelas, cadenas… vaqueros de todo tipo, cuero, vinilo… botas militares, all stars, pulseras metálicas de varias formas, collares a juego, lentillas de colores y labios pintados, así como los ojos. Se parecían mucho, algunos incluso decían que eran como hermanas, quizás por eso el destino las unió, porque las separó al nacer.
Y vaya si esa noche marcó un hito. Se acercaron a un grupo de chicos y chicas que nunca habían visto por allí y en seguida entablaron amistad, cuando uno es heavy y está entre heavies todo fluye. Serían raros, extrovertidos, excéntricos y todo lo que la gente quisiera decir de ellos, pero formaban algo más que nunca comunidad, vivían un estilo de vida propio que los unía y que no dejaba de lado a nadie, solo hacía falta un requisito: que te gustase el rock.

En seguida Helena y ella se encargaron de mostrarles a los nuevos de qué pasta estaban hechos en aquel lugar, por lo visto habían venido a un concierto que había dado Koma en un pueblo cercano; ya iban muy borrachos, al igual que ellas, pero no por eso bajaron el ritmo de sus consumiciones. El Jack Daniels corría por litros, las bromas se contaban por centenares y las sonoras carcajadas no pasaban inadvertidas entre el estruendo imperante en el local. Se reían por todo y por nada, sentían la música y de vez en cuando se ponían a darse de ostias en mitad del local, algo sumamente excitante y divertido cuando se va muy pedo, muy ciego y muy de todo. Eran las 6 de la madrugada y allí seguían, ya habían llegado a la hora de la verdadera diversión, les habían mostrado a los nuevos cómo eran las cosas allí, ellos se integraron bien, solo había que verlos:

-Son unos desfasados –reía Helena sin control.
-¿Nos has visto a nosotras? ¡Oh no los estamos llevando por la senda del mal! –las dos rieron sin parar, los nuevos amigos le siguieron el rollo.
-Desde luego aquí sabéis montaros una buena juerga.
-Aún no has visto nada –rió Manish- has visto la “Naranja mecánica” ¿No?

La pregunta era un poco absurda, toda persona con un mínimo de interés cultural y la inteligencia suficiente como para valorarlo había visto la “Naranja mecánica”, así es que la duda entre heavies ofende; la risa socarrona de su futura conquista se lo dijo todo.

-Si no la hubieras visto nuestra conversación acabaría aquí –rió ella- bien pues… ¿Os apetece un poco de rico Moloko Plus? Korova Milk Bar

Si realmente habían visto la película sabría a lo que se estaba refiriendo, desde luego no era simple leche, como decía Alex Delarge… “era un viaje de espadas punzantes en los glasos”. Sobra decir que, a la trastienda a la que fueron (en otro local), era obviamente ilegal ya que la sustancia adicional que allí se echaba en el rico moloko no iba precisamente acorde a la ley. El dueño era amigo suyo, si no lo eras no te dejaba entrar y aún así tenías que ser de grandísima confianza. La trastienda imitaba a la perfección el local de los drugos: el Korova Milk Bar, cierto humor agrio del dueño el cual era un auténtico fan de Alex y los suyos. La bebida… estimulante, que allí se dispensaba era también a imagen y semejanza que en el libro, una delicia vaya.

-¡Uau este local es una pasada! –se asombraban sus dos nuevos amigos, a pesar de ir muy borrachos los ojos se les salían de las órbitas, parecían estar verdaderamente inmersos en el decorado de la archiconocida película.

El grupo se había reducido a dos, obviamente los que a ellas les interesaban con la excusa de que en ese local solo podían entrar grupos, como máximo, de cuatro. Un gran bolo por supuesto pues tenía aforo para veinte personas repartidas en diferentes espacios ricamente decorados, siempre respetando la estética futurista de la famosa y polémica película.

-¿No decíais que solo podían entrar cuatro personas? –rió el rubio, el que iba siempre al lado de Helena expresando así su preferencia.
-¡Oh bueno! –Rió Helena- quien dice cuatro dice… -y rió.

Rió y rió sin parar y no paró de reír y de flotar con el rico Moloko Plus y al igual que ella, Manish y Robe (su chico de aquella noche) y al igual que Robe también Manu. La droga llegaba a su sistema nervioso y los masturbaba de forma brutal y asquerosamente placentera. Los ojos azules y vidriosos de Robe se perdían en algún punto del techo mientras iniciaba su viaje hacia las estrellas, ella lo miraba y se reía, se notaba que no estaba acostumbrado y joder… estaba muy bueno. Helena y ella se miraron y se rieron, oh sí… aquella noche prometía, el rico Moloko nunca defraudaba.

-¿Hacéis esto todas las noches?
-¿Crees que si hiciéramos estos todas las noches estaríamos bien? –rió Helena.
-¡Yo estaría bien! –se carcajeó Robe.
-Ahora vas a estar mejor… -le sonrió Manish abriendo la puerta de su piso.

La segunda parte de la fiesta solo hacía más que comenzar. Ella era muy directa y más cuando iba borracha y colocada, la mente no le daba para sutilezas ni para andarse con exquisiteces así es que se fue desnudando por el camino a la vez que se encaminaba a su habitación-salón. Helena por su parte ya conocía la casa y se llevó a su conquista hacia una de las habitaciones, hacía frío. Manish odiaba la calefacción, además de que contaminaba y contribuía al Estado con sus impuestos sin contar a las empresas que la proporcionaban, el frío era mucho mejor, tonificaba la piel y la mantenía despierta, adoraba el frío.

El chico la siguió extasiado, no sabía si por la droga o por el suave contoneo de sus caderas y el firme paso de sus largas e interminables piernas, hacía bastante frío pero no lo sentía, su cuerpo ardía por dentro. Cuando Manish llegó a su cama redonda ya estaba completamente desnuda, Robe se paró en el marco de la puerta y la observó, era increíblemente bella, pero le daba miedo, tenía algo que le daba miedo.

-¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo? –rió, como adivinándole el pensamiento.

El chaval acabó de entrar en la habitación y ya sabía que de allí no saldría, pues no sería capaz… había caído en las redes de la droga y no precisamente en las del rico Moloko, sino en la droga que era Manish. Sus ojos se calvaron en sus iris vidriosos y lo desnudaron con una lentitud que no creía posible, tiritó de frío y por el contacto de su piel que, sin embargo, era cálida. Ella no apartaba sus enormes ojos color miel de los suyos, enmarcados por una sombra de ojos algo desperfecta por todas las aventuras nocturnas que llevaban ya. El sol asomaba por la ventana, serían las siete y media de la mañana, e iluminó el cuerpo fibroso de Robe. Manish se excitó al verlo, él también lo estaba, acercó sus jugosos y marcados labios y le besó con fiereza, empujándole a la cama, poniéndose encima de él y subyugándolo a su cuerpo.

Seguían muy colocados, pero el sexo era duro, justo como a ella le gustaba. No le gustaban las medias tintas y precisamente ganas de ser mimosa a esas alturas de la noche como que no tenía. Por lo visto Helena compartía su opinión pues podían escucharse sus gemidos desde allí. Robe se dejaba hacer: se dejaba morder, se dejaba follar, se dejaba besar y arañar, se dejaba ordenar y admiraba su cuerpo, hechizado cuando la tenía encima y se deleitaba con él cuando la tenía debajo…

-¡Ey tios! Lo siento por interrumpir pero… -rieron Manu y Helna, los dos desnudos se acurrucaban en el marco de la puerta- ¿Tenéis condones?

Manish rió y se quitó a Robe de encima. Sí ahora sí que sí empezaba la fiesta. Miró a Helena, ya lo habían hecho otras veces, aquellos dos pobres diablos no sabían dónde se habían metido, estaban demasiado colocados, sí… ellas también, pero era distinto, estabas acostumbradas.

-Sí… claro que tengo ¿Por qué no vienes a por él? –rió mirándole a los ojos sin ningún tipo de reparo. Robe se tiraba en la cama mirando la escena.
-Si eso Manu… ¿Por qué no vienes a por él? –sonrió también. Helena se acercaba sigilosamente por detrás de Manu que, preso de la mirada felina de Manish fue a ella.

Este chaval también estaba fibroso, rubio y de pelo cortado a partes desiguales, con un pirsing en el labio y varios en la oreja, ojos castaños claros, se la quedó mirando. Ella sostenía el preservativo en una mano y lo alejaba de él cuando intentaba cogerlo, Manu reía y Robe se partía el culo detrás, Helena se encargó de silenciarlo.

-¿Lo quieres? –le preguntó Manish.
-Sí –le sostuvo la mirada.
-¿No me prefieres a mí? –Helena y Robe se liaban a sus espaldas.
-Nunca he hecho esto.
-Para todo hay una primera vez ¿Lo quieres o no?

La respuesta fue un fuerte beso en los labios que la tumbó de espaldas, el intercambio de parejas se hacía constante, en eso radicaba la diversión. Gemidos, sudor, semen y saliva, preservativos por el suelo y la ropa perdida… una sinfonía de caricias, muerdos, besos y penetraciones…

-¿Quién nos va a decir qué está bien o está mal, no Helena? –reía Manish en el hombro de su amiga.
-Desde luego esto… no puede estar mal –reía también Helena, acurrucada entre Manish y Robe, que ya había caído rendido del cansancio- es demasiado bueno para que sea algo malo.

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